jueves, 14 de noviembre de 2013

NAVEGACIONES-13-11-2013



LOS DERECHOS HUMANOS DE SEGUNDA GENERACIÓN SON DERECHOS FUNDAMENTALES Y DEBEN CONSTITUCIONALIZARSE

DELIA BLANCO TERÁN

Fue el jurista checo Karel Vasak (1) el que propuso en 1977 la visión del desarrollo de los derechos humanos en tres generaciones, que correspondían por su temática a los tres objetivos de la Revolución francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
La primera generación surge con el Bill of Rights de los nuevos EE UU y la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Revolución francesa. En el derecho internacional están recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. La Constitución española de 1978 se inspira en ellos y los recoge como derechos fundamentales de los ciudadanos españoles y son la fundamentación de un estado de derecho democrático.
Los derechos de segunda generación surgen como resultado de la II Guerra Mundial y la victoria de la coalición internacional antifascista. Parten de la idea de garantizar la base material del ejercicio de los derechos fundamentales de la primera generación y, por lo tanto, hacer posible el ejercicio en igualdad de derechos fundamentales de la ciudadanía democrática. Aunque algunos de ellos aparecían ya en la declaración de 1948 (art. 22-27), fueron desarrollados posteriormente en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966, que entró en vigor en 1976 (ver Diez de Velasco, Parry and Grant (2)).
En 1944 el presidente Roosevelt propuso una segunda Bill of Rights. Los llamados “derechos rojos” imponen a los gobiernos la obligación de respetarlos, promoverlos y aplicarlos, pero dependiendo de la disponibilidad de recursos públicos de manera progresiva. Los derechos de segunda generación están íntimamente ligados al desarrollo del estado del bienestar y a las reformas fiscales progresistas que alentaron las constituciones antifascista de Francia, Italia y la República Federal Alemana tras la II Guerra Mundial, inspirándose en las malogradas de la Republica de Weimar y de la II República española.
La defensa de los derechos de segunda generación son la base del republicanismo moderno como teoría política. Como lo resume el profesor Jeremy Waldron de la Universidad de Nueva York: “La diferencia entre los derechos de primera generación y los de segunda nunca pretendió ser materia de un análisis conceptual. Más bien: si de verdad existe la preocupación por garantizar las libertades políticas y civiles de las personas, ese compromiso debe acompañarse de la preocupación sobre las condiciones de vida de la persona que hacen posible el disfrute y el ejercicio de la libertad. ¿Por qué razón merecería la pena luchar por la libertad de las personas (es decir, su libertad para elegir entre A y B) si fuese abandonado a una situación en la que la elección entre A y B no significara nada para él, o en la que la elección entre una y la otra no tuviese la menor consecuencia en su vida?” (3).
Karl Polanyi, en su libro La Gran Transformación, argumenta también en el mismo sentido: el mercado por si mismo, al producir una concentración de la riqueza y la polarización social, acaba por condicionar unilateralmente el gobierno democrático y degrada los derechos civiles. Solo la acción positiva de un gobierno democrático, desarrollando las condiciones materiales de la ciudadanía a través del estado del bienestar, puede garantizar su ejercicio y el funcionamiento democrático del estado (4).
¿Cuáles son en definitiva los derechos de segunda generación que aseguran las condiciones materiales de la ciudadanía democrática?: la igualdad de genero; el derecho al trabajo decente (según la definición de la OIT), el derecho a la seguridad social y a la sanidad, el derecho a unos niveles de vida dignos, la libertad del hambre, el derecho a la educación, a la salud en su nivel físico y psicológico más alto, el derecho a la vivienda, a la cultura…
La falta de los derechos de segunda generación provocan en la práctica la violación de los derechos humanos de primera generación. Tras años de debates, NNUU adoptó en 2008 el Protocolo Opcional del Pacto de 1966, pero aun no ha entrado en vigor por falta de ratificaciones (entre ellas el Reino de España). El Protocolo establecería un órgano de seguimiento y defensa de los derechos de segunda generación similar o ampliando, como pareciese más lógico, el mandato del Consejo de Derechos Humanos, que ya recibe los informes-país elaborados por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
En cuanto al ordenamiento español, la Constitución de 1978, adoptada poco tiempo después de la entrada en vigor del Pacto de 1966, menciona en su articulado alguno de los derechos de segunda generación (vivienda, trabajo, educación…), pero obvia la mención de otros como la sanidad. A pesar de la obligación legal que implica la ratificación por el Reino de España del Pacto de 1966, la reciente reforma constitucional del artículo 135 de 2011, al establecer a partir del concepto de “estabilidad presupuestaria” la prioridad del pago de la deuda y los intereses, crea un desequilibrio de derechos. Al subordinar los derechos de segunda generación, que son la base material para el ejercicio de la ciudadanía democrática y por lo tanto de los derechos humanos de primera generación, a los intereses rentistas de los acreedores de la deuda pública (independientemente de su nacionalidad), el actual texto constitucional de 2011 urge, desde un punto de vista democrático, de un reequilibrio explicito.
Esta es la base en definitiva de la exigencia democrática de la constitucionalización plena de los derechos de segunda generación. Porqué como advertía ya en los años 1920 Polanyi, el peligro es que los intereses rentistas sobre la deuda pública generados en el mercado financiero condicionen y determinen el ejercicio democrático de la ciudadanía, que es la función de los derechos de segunda generación.
Esta es por lo tanto una de las tareas fundamentales de un futuro gobierno de izquierdas: asegurar mediante una nueva reforma constitucional la prioridad del ejercicio individual y colectivo de los derechos democráticos de lo españoles, su igualdad ante la ley, frente a los derechos reconocidos de los acreedores rentistas de la deuda pública.
La historia política del PSOE está indisolublemente ligada a la extensión legal de los derechos de segunda generación. Fue Largo Caballero, como ministro de trabajo, quién comenzó a introducir los derechos laborales y de seguridad social de los españoles en el marco legislativo español y posteriormente en la Constitución republicana de 1931. El desarrollo del estado del bienestar ha sido la base del mandato electoral del PSOE desde la transición. La percepción por la ciudadanía de que ese mandato se rompió, primero en mayo de 2010 en la gestión de la crisis económica, y que, posteriormente, se constitucionalizó la prioridad de los intereses de los rentistas de la deuda pública sobre los derechos de los ciudadanos, son una de las causas profundas del actual declive del PSOE en sus expectativas de voto.
Mañana corresponderá a un gobierno de izquierdas y a los legisladores socialistas retomar su mandato electoral, reequilibrar, como punto de partida, la Constitución de 1978-2011 y asegurar los derechos humanos y de ciudadanía fundamentales de todos los españoles mediante la integración en el texto de lo que ya son obligaciones de derecho interno por la ratificación del Pacto de derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966.
NOTAS:
(1)    Karel Vasak, "Human Rights: A Thirty-Year Struggle: the Sustained Efforts to give Force of law to the Universal Declaration of Human Rights", UNESCO Courier 30:11, Paris: United Nations Educational, Scientific, and Cultural Organization, November 1977.
(2)    Manuel Diez de Velasco; Instituciones de Derecho Internacional Público, t I, pag. 376 (Ed. Tecnos); John Grant y J. Craig Barker, Encyclopaedic Dictionary of International Law, pags.175 y 266 (Oxford University Press)
(3)    Jeremy Waldron, 1993. Liberal Rights: Collected Papers, page 7, 1981–91. ISBN 0-521-43617-6
(4)    Karl Polanyi, La Gran Transformación, (Ed. La Piqueta)


DELIA BLANCO TERÁN, FEMINISTA, ES DIPUTADA POR MADRID DEL PSOE

NAVEGACIONES-14-11-13



LA GUERRA SECRETA DE AUSTRALIA CONTRA LOS ABORÍGENES

JOHN PILGER

Los pasillos del parlamento australiano son tan blancos que uno tiene que entrecerrar los ojos al mirarlos. El ambiente es silencioso, el olor que desprende es de abrillantador. Los suelos de parqué brillan tanto que parece que reflejen caricaturas de los retratos de los primeros ministros y las filas de pinturas aborígenes, suspendidas en las blancas paredes, cuyas lágrimas y sangre no son visibles.

El parlamento se encuentra en Barton, un suburbio de Canberra cuyo nombre rememora al primer ministro de Australia, Edmund Barton, redactor de la Política Blanca de Australia en 1901. “La doctrina de la igualdad del hombre”, dijo entonces Barton, “nunca fue pensada para” aquellos que no fueran británicos ni de piel blanca.

La preocupación de Barton provenía más bien de los chinos, conocidos como el Peligro Amarillo; nunca mencionó la presencia más antigua y perdurable de la tierra: los primeros australianos. Para él éstos no existían. Su cuidado sofisticado de la áspera tierra no detentaba interés alguno. Su épica resistencia nunca había ocurrido. En 1838, el Sydney Monitor dijo sobre los que habían combatido a los invasores británicos de Australia: “Estaba determinado que se exterminara por completo la raza de negros en aquel lugar”.  Hoy, los supervivientes de aquella guerra son un secreto nacional vergonzante.

La ciudad de Wilcannia, en Nueva Gales del Sur, resulta doblemente conocida. Es la ganadora del premio nacional Tidy Town (ciudad pulcra) y sus habitantes indígenas tienen una de las esperanzas de vida más bajas que se ha registrado. Por lo general, mueren a los 35 años. El gobierno cubano está llevando a cabo un programa de alfabetización con ellos, de igual manera que hace con los más pobres de África. Según el informe sobre la distribución de riqueza global Credit Suisse Global Wealth, Australia es la región más rica del planeta.

Los políticos de Canberra se encuentran entre los ciudadanos más acaudalados. Sus donaciones endógenas son legendarias. El año pasado, la entonces ministra de asuntos indígenas, Jenny Macklin, reformó su oficina a costa de 331.144 dólares para los contribuyentes.

Hace poco, Macklin reivindicó que, cuando estaba en el gobierno, había marcado una "gran diferencia". Es cierto. Durante su ejercicio, el número de aborígenes que vivían en chabolas creció en casi una tercera parte y más de la mitad del dinero empleado en proyectos de viviendas para aborígenes se la embolsaron los contratistas blancos y la burocracia de quienes ella era en gran medida responsable. Hoy, una vivienda típicamente ruinosa en las zonas despobladas donde habitan las comunidades indígenas da cobijo a hasta 25 personas. Los servicios sanitarios tardan años en llegar a las familias, muchas a cargo de ancianos o discapacitados.

En el 2009, el profesor James Anaya, respetado relator de las Naciones Unidas sobre derechos de los pueblos indígenas, describió como racista el "estado de emergencia" que había despojado a las comunidades indígenas de sus ya endebles derechos y servicios bajo el pretexto de que entre ellos se encontraba un número "inconcebible" de bandas pedófilas –una acusación que la policía y la Comisión Australiana del Crimen desmintieron.

Entonces el portavoz de la oposición de asuntos indígenas, Tony Abbott, le espetó a Anaya, "ocúpate de tus asuntos" y no "escuches únicamente a la vieja brigada de las víctimas".  Abbott es hoy el primer ministro de Australia.

He conducido hasta el corazón rojo de Australia central y preguntado yo mismo a la Dra. Janelle Trees sobre la "vieja brigada de las víctimas". Trees es una médico de cabecera cuyos pacientes indígenas viven a pocos kilómetros de diversos centros vacacionales que cuestan 1.000 dólares la noche, en la formación rocosa de Uluru (Ayers Rock). Ella dijo, "sabemos que hay asbestos en las viviendas de los aborígenes y [al gobierno] no le importa en absoluto que uno de ellos inhale una fibra de asbestos y desarrolle un mesotelioma pulmonar. Los niños contraen infecciones crónicas y acaban sumándose a las increíbles estadísticas de indígenas que mueren por enfermedades renales, batiendo además récords mundiales de enfermedades reumáticas cardíacas, y no se hace absolutamente nada. Cuando veo esto me pregunto: ¿por qué no se actúa? La malnutrición es un mal común. Una vez quise dar a una paciente un anti-inflamatorio por una infección que podía haberse evitado si las condiciones de vida fueran mejores, pero no pude tratarla porque no tenía suficiente comida para llenar su estómago y no podía injerir las tabletas. A veces me siento como si estuviera tratando a mis pacientes en condiciones similares a las de la clase obrera inglesa a principios de la revolución industrial".

En Canberra, en las oficinas ministeriales que exhiben arte aborigen, los políticos expresaron repetidamente lo “orgullosos” que estaban de lo que “hemos hecho por los indígenas australianos”. Cuando pregunté a Warren Snowdon —ministro de sanidad indígena en el gobierno laborista, recientemente substituido por la coalición conservadora de Abbott— por qué después de casi un cuarto de siglo representando a los australianos más pobres y enfermos no había llegado a una solución, éste respondió, “vaya pregunta más tonta. Vaya pregunta más pueril”.

Al final de la calle Anzac Parade en Canberra, se erige el Memorial de la Guerra Nacional de Australia, cuyo historiador, Henry Reynolds, denomina el "centro sagrado del nacionalismo blanco". Me denegaron el permiso para filmar en este enorme espacio público. Cometí el grave error de expresar mi interés en las guerras de frontera en las que los negros australianos combatieron la invasión británica sin armas de fuego, pero con gran ingenio y coraje –arquetipo de la "tradición Anzac".  Pese a su importancia, en un país plagado de cenotafios, ni uno solo conmemora a aquellos que cayeron en la resistencia frente a "una de las mayores expropiaciones de tierra en la historia de la humanidad", escribió Reynolds en su libro más conocidoForgotten War (La Guerra Olvidada).  Mataron a más aborígenes australianos que nativos americanos en las guerras de frontera americanas y que maorís en Nueva Zelanda. El estado de Queensland se convirtió en un verdadero matadero. Un pueblo entero fue hecho prisionero de guerra en su propio país, mientras los colonos llamaban al exterminio. La industria ganadera prosperó empleando hombres indígenas prácticamente como trabajadores esclavos. La industria minera hoy en día obtiene beneficios de miles de millones de dólares a la semana en tierras indígenas.

Obviar estas verdades y venerar el papel servil de Australia en las guerras coloniales de Gran Bretaña ha cobrado hoy en día casi el estatus de culto en Canberra. Reynolds y las pocas personas que lo cuestionan han sufrido calumnias abusivas. Consideran a los excepcionales aborígenes de Australia sus Untermenschen. Al entrar en el Memorial de la Guerra Nacional, uno puede ver rostros de indígenas representados por gárgolas de piedra junto a canguros, reptiles, pájaros y otras formas de "vida salvaje autóctona".

Cuando comencé a rodar sobre esta Australia secreta hace 30 años, había en marcha una campaña global contra el apartheid en Sudáfrica. Como ya había realizado un reportaje en Sudáfrica, quedé impresionado por las similitudes de la supremacía blanca y la docilidad y actitud defensiva de los liberales. Ningún oprobio internacional, ningún boicot, había alterado la epidermis de la Australia "privilegiada". Hoy se puede ver a los guardas de seguridad de los centros comerciales expulsar a los aborígenes en Alice Springs; si se recorre la corta distancia que hay entre los suburbios de Cromwell Terrace y el campamento de Whitegate, se ven las chabolas de hojalata que no disponen de luz ni de agua. Eso es apartheid, o lo que Reynolds llama "un rumor en nuestros corazones".



(La película de John Pilger Utopia sobre Australia se verá en los cines a partir del 15 de noviembre y en la Televisión Independiente en diciembre. En Australia se verá en enero).


John Pilger, nacido en 1939 en Australia, es uno de los más prestigiosos documentalistas y corresponsales de guerra del mundo anglosajón. Particularmente renombrados son sus trabajos sobre Vietnam, Birmania y Timor, además de los realizados sobre Camboya, como Year Zero: The Silent Death of Cambodia y Cambodia: The Betrayal

martes, 12 de noviembre de 2013

NAVEGACIONES-12-11-13

EL ESTADO EMPRENDEDOR Y LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA, SEGÚN MARIANA MAZZUCATO

RANDALL WRAY

“La incapacidad [ideológica] para reconocer el papel jugado por el Estado en el impulso de la innovación bien podría representar la principal amenaza al incremento de la prosperidad.”

Estuve pensando en escribir una entrada de blog reseñando el libro de mi amiga  Mariana Mazzucato, titulado The Entrepreneurial State [El Estado empresario]. Es una lectura obligada para cualquiera que desee entender el papel jugado por el Estado a la hora de promover la innovación. Durante demasiados años se nos ha vendido la idea de que nuestros “emprendedores” (también llamados empresarios o capitalistas) son los leones que impulsan el crecimiento a través de la innovación. En realidad, como demuestra Mariana en su excelentemente informado libro, los “emprendedores” no son sino gatitos domesticados que tienen que ser llevados a rastras por el Estado empresario. El Estado innova cargando con la tarea difícil y aun garantizando los mercados; los gatitos se limitan a sacar beneficios de las iniciativas del Estado.

Por cierto que pueden ustedes ver a Mariana en acción en el siguiente vídeo:


Martin Wolf me pisó la reseña. Pueden leerla entera en el Financial Times 


Como podrán ustedes ver, Wolf sostiene lo siguiente:

“Este libro presenta una tesis polémica. Pero, en lo substancial, anda en lo cierto. La incapacidad para reconocer el papel jugado por el Estado en el impulso de la innovación bien podría representar la principal amenaza al incremento de la prosperidad.

Mazzucato observa que “el 75% de las nuevas entidades moleculares [aprobadas por la Food and Drug Administration estadounidense entre 1993 y 2004] retrotraen su investigación…… a laboratorios de los Institutos Nacionales de Salud [NIH, por sus siglas en inglés] estadounidenses públicamente financiados”. El Consejo de Investigación Médica del Reino Unido descubrió los anticuerpos monoclonales, que constituyen el fundamento de la biotecnología. Esos descubrimientos son luego transferidos de barato a las empresas privadas, que consiguen con ellos enormes beneficios.

Un ejemplo acaso todavía más rotundo es la revolución en la información y la comunicación. La Fundación Estadounidense para la Ciencia y la Tecnología financió el algoritmo que está en a base del dispositivo de búsqueda de Google. La financiación inicial de Appel vino de la empresa pública norteamericana Small Business Investment Company [Agencia de Inversión para la Pequeña Empresa]. Además, “todas las tecnologías que componen el teléfono “inteligente” iPhone han sido públicamente financiadas: el Internet, las redes sin cables, el sistema mundial de determinación de posición, al microelectrónica, los dispositivos táctiles de pantallas y el recientísimo asistente personal activado por la voz, SIRI”.

Apple conjuntó todo eso, de manera harto brillante. Pero no hizo sino cosechar los frutos de siete décadas de innovación públicamente financiada. ¿Por qué es tan importante el papel del Estado? La respuesta radica en las enormes incertidumbres, en los lapsos de tiempo y en los costes asociados a la innovación fundamental, basada en la investigación científica. Las empresas privadas no pueden y no quiere correr con esos costes, en parte porque no pueden estar seguras de recoger sus frutos y en parte también porque esos frutos se hallan en futuro demasiado remoto. Lo cierto es que, cuanto más competitiva sea una economía y cuanto más impulsada esté por las finanzas, tanto menos dispondrá de un sector privado dispuesto a correr con esos riesgos. Recomprar las propias acciones es un modo aparentemente mucho más atractivo de usar el excedente de caja que gastar en innovación fundamental. Pasaron ya los días de los pioneros laboratorios Bell de la empresa AT&T. En cualquier caso, el sector privado no podría haber creado Internet o el GPS. Sólo los militares estadounidenses tenían recursos para hacerlo. Se puede sostener documentalmente que los más importantes dinamizadores de la innovación en las cinco últimas décadas han sido la Agencia Estadounidense para Proyectos de Investigación Avanzada en Defensa y los Institutos Nacionales de Salud. El mundo de hoy, obligado revoluciones fundamentales en las tecnologías de la energía…“

Lean ustedes el resto del artículo en el Financial Times del pasado 28 de octubre. Y lean ustedes el libro de Mariana:

The Entrepreneurial State: Debunking Public vs Private Sector Myths, by Mariana Mazzucato, Anthem Press, RRP£14.99, RRP$18.95


Randall Wray es uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos. Colabora con el proyecto newdeal 2.0 y escribe regularmente en New Economic Perspectives y en Economonitor.com. Profesor de economía en la University of Missouri-Kansas City e investigador en el “Center for Full Employment and Price Stability”. Ha sido presidente de la Association for Institutionalist Thought (AFIT) y ha formado parte del comité de dirección de la Association for Evolutionary Economics (AFEE). Randall Wray ha trabajado durante mucho tiempo en el análisis de problemas de política monetaria, macroeconomía y políticas de pleno empleo. Es autor de Understanding Modern Money: The Key to Full Employment and Price Stability (Elgar, 1998) y Money and Credit in Capitalist Economies (Elgar 1990).

jueves, 24 de octubre de 2013

NAVEGACIONES-25/10/13-UNA VISIÓN DISTINTA DEL FEMINISMO


FEMINISMO/OTRA MIRADA


DE COMO CIERTO FEMINISMO SE CONVIRTIÓ EN CRIADA DEL CAPITALISMO. Y LA MANERA DE RECTIFICARLO

NANCY FRASER

Como feminista, siempre he asumido que al luchar por la emancipación de las mujeres estaba construyendo un mundo mejor, más igualitario, justo y libre. Pero, últimamente, ha comenzado a preocuparme que los ideales originales promovidos por las feministas estén sirviendo para fines muy diferentes. Me inquieta, en particular, el que nuestra critica al sexismo esté ahora sirviendo de justificación de nuevas formas de desigualdad y explotación.


En un cruel giro del destino, me temo que el movimiento para la liberación de las mujeres se haya terminado enredando en una "amistad peligrosa" con los esfuerzos neoliberales para construir una sociedad de libre mercado.

Esto podría explicar porqué las ideas feministas, que una vez formaron parte de una visión radical del mundo, se expresen, cada vez más, en términos de individualismo. Si antaño las feministas criticaron una sociedad que promueve el arribismo laboral, ahora se aconseja a las mujeres que lo asuman y lo practiquen. Un movimiento que si antes priorizaba la solidaridad social, ahora aplaude a las mujeres empresarias. La perspectiva que antes daba valor a los "cuidados" y a la interdependencia, ahora alienta la promoción individual y la meritocracia.

Lo que se esconde detrás de este giro es un cambio radical en el carácter del capitalismo. El Estado regulador del capitalismo, de la era de postguerra, tras la II Guerra Mundial, ha dado paso a una nueva forma de capitalismo "desorganizado", globalizado y neoliberal. La segunda ola del feminismo emergió como una critica del primero, pero se ha convertido en la sirvienta del segundo.

Gracias a la retrospectiva, podemos ver hoy como el movimiento de liberación de las mujeres apuntó, simultáneamente, dos futuros posibles muy diferentes. En el primer escenario, se prefiguraba un mundo en el que la emancipación de género iba de la mano de la democracia participativa y la solidaridad social. En el segundo se prometía una nueva forma de liberalismo, capaz de garantizar, tanto a las mujeres como a los hombres, los beneficios de la autonomía individual, mayor capacidad de elección y promoción personal a través de la meritocracia. La segunda ola del feminismo fue ambivalente en ese sentido. Compatible con cualquiera de ambas visiones de la sociedad, fue susceptible de realizar también dos elaboraciones históricas diferentes.

Tal como yo lo veo, la ambivalencia del feminismo ha sido resuelta, en los últimos años, en favor del segundo escenario, el liberal-individualista. Pero no porque fuésemos víctimas pasivas de la seducción neoliberal. Sino que, por el contrario, nosotras mismas hemos aportado tres ideas importantes para este desarrollo.

Una de esas contribuciones fue nuestra crítica del "salario familiar": del ideal de familia, con el hombre que gana el pan y la mujer ama de casa, que fue central en el capitalismo con un estado regulador. La crítica feminista de ese ideal sirve ahora para legitimar el "capitalismo flexible". Después de todo, esta forma actual de capitalismo se apoya, fuertemente, sobre el trabajo asalariado de las mujeres. Especialmente sobre el trabajo con salarios mas bajos de los servicios y las manufacturas, llevados a cabo no solo por las jóvenes solteras, sino también por las casadas y las mujeres con hijos; no sólo por mujeres discriminadas racialmente, sino también por las mujeres, prácticamente, de todas las nacionalidades y etnias.

 Con la integración de las mujeres en los mercados laborales en todo el mundo, el ideal del salario familiar, del capitalismo con estado regulador, está siendo reemplazado por la norma, más nueva y más moderna, aparentemente sancionada por el feminismo, de la familia formada por dos asalariados.

No parece importar que la realidad subyacente, en el nuevo ideal,  sea la rebaja de los niveles salariales, la reducción de la seguridad en el empleo, el descenso del nivel de vida, el fuerte aumento del numero de horas de trabajo asalariado por familia, la exacerbación del doble turno, ahora, a menudo, triple o cuádruple, y el incremento de la pobreza, cada vez más concentrada en los hogares de familias encabezadas por mujeres. El neoliberalismo nos viste a la mona de seda a través de una narrativa sobre el empoderamiento de las mujeres. Al invocar la crítica feminista del salario familiar para justificar la explotación, utiliza el sueño de la emancipación de las mujeres para engrasar el motor de la acumulación capitalista.

El feminismo, además, ha hecho una segunda contribución a la ética neoliberal. En la era del capitalismo con estado regulador, criticábamos, con razón, la estrecha visión política que, intencionalmente, se focalizaba en la desigualdad de clases y que no era capaz de fijarse en otro tipo de injusticias "no económicas", como la violencia domestica, las agresiones sexuales y la opresión reproductiva. Rechazando el "economicismo" y politizando lo "personal", las feministas ampliaron la agenda política para desafiar las jerarquías de status basadas en las construcciones culturales sobre las diferencias de género. El resultado debía haber conducido a la ampliación de la lucha por la justicia, para que abarcara tanto lo cultural como lo económico. Pero el resultado ha sido un enfoque sesgado hacia la "identidad de género", a costa de marginar los problemas del "pan y la mantequilla". Peor aun, el giro del feminismo hacia las políticas de la identidad encajaba sin fricciones con el avance del neoliberalismo, que no buscaba otra cosa que borrar toda memoria de la igualdad social. En efecto, enfatizamos la critica del sexismo cultural precisamente en el momento en que las circunstancias requerían redoblar la atención hacia la critica de la economía política.

Finalmente, el feminismo contribuyó con una tercera idea al neoliberalismo: la critica al paternalismo del estado del bienestar. Indudablemente y de forma progresiva, en la era del capitalismo con estado regulador esa crítica ha ido convergiendo con la guerra neoliberal contra el "estado-niñera" y su más reciente y cínico apoyo a las ONGs. Un ejemplo ilustrativo es el caso de los "micro-créditos", el programa de pequeños préstamos bancarios para mujeres pobres en el Sur global. Presentado como un empoderamiento, de abajo hacia arriba, alternativo al de arriba a abajo, al burocratismo de los proyectos estatales, los micro-créditos se promocionan como el antídoto feminista contra la pobreza y el sometimiento de las mujeres. Lo que se pasa por alto, sin embargo, es una coincidencia inquietante: el micro-crédito ha florecido precisamente cuando los Estados han abandonado los esfuerzos macro-estructurales para combatir la pobreza, esfuerzos que no se pueden sustituir con prestamos a pequeña escala. También en este caso una idea feminista ha sido recuperada por el neoliberalismo. Una perspectiva dirigida, originalmente, a democratizar el poder del Estado para empoderar a los ciudadanos, es ahora utilizada para legitimar la mercantilización y los recortes de la estructura estatal.

En todos estos casos la ambivalencia del feminismo ha sido resuelta en favor del individualismo (neo) liberal. Sin embargo, el escenario alternativo de la solidaridad puede que aún esté vivo. La crisis actual ofrece la posibilidad de volver a tirar de ese hilo una vez más, de manera que el sueño de la liberación de las mujeres sea de nuevo parte de la visión de una sociedad solidaria. Para llegar a ello, las feministas necesitamos romper esa "amistad peligrosa" con el neoliberalismo y reclamar nuestras tres "contribuciones" para nuestros propios fines.

En primer termino, debemos romper el vinculo espurio entre nuestra crítica al salario familiar y el capitalismo flexible, militando en favor de una forma de vida que no gire entorno al trabajo asalariado y valorice las actividades no remuneradas, incluyendo, pero no solo, los "cuidados". En segundo lugar, debemos bloquear la conexión entre nuestra crítica al economicismo y las políticas de la identidad, integrando la lucha por transformar el status quo dominante que prioriza los valores culturales de la masculinidad, con la batalla por la justicia económica. Finalmente, debemos cortar el falso vínculo entre nuestra crítica de la burocracia y el fundamentalismo del libre-mercado, reivindicando la democracia participativa, como una forma de fortalecer a los poderes públicos, necesarios para limitar al capital, en nombre de la justicia.



NANCY FRASER ES UNA ACADÉMICA FEMINISTA ESTADOUNIDENSE, PROFESORA DE CIENCIA POLÍTICA EN EL NEW SCHOOL UNIVERSITY DE NUEVA YORK.

jueves, 13 de junio de 2013

NAVEGACIONES-13-02-2013

LAS MUJERES PLANTAN CARA AL CAPITAL Y AL PATRIARCADO

MONTSERRAT VILA PLANAS

Cada semana tendría que ser simbólicamente un 8 de marzo. Está bien un día internacional, pero cada vez está más contestada la hipocresía de celebraciones que conviven con la moral y la violencia sistemática institucional del sistema social y político. Cada semana asesinan a mujeres y son hombres los ejecutores. Cada día se agrede psicológica y físicamente a miles de mujeres.
La indignación y rebeldía subyacente en la explosión cívica democrática del 15 de marzo y otros novísimos movimientos sociales, con su exigencia de igualdad y empoderamiento en la plaza pública, nos replantea los códigos en que se ha forjado la lucha de las mujeres y de las reivindicaciones feministas.
Imbricación e interdependencia entre el patriarcado y el capitalismo.
El patriarcado y el capitalismo, en la medida que configuran sistemas sociales con su código ético y moralidad imperante, es importante reconocer que su nacimiento corresponde a épocas muy distintas.
A medida que las etapas históricas se suceden se han yuxtapuesto y complementado de una forma inseparable en sus distintos modos de producción y correspondientes a situaciones sociales concretas. El patriarcado hunde sus raíces en los siglos de la antigüedad, con la agricultura y la propiedad privada, para incardinarse y pervivir con muy buena sintonía en la contemporánea sociedad burguesa capitalista de la “libertad, igualdad, fraternidad”. Conceptos revolucionarios de gran calado que casualmente excluyen en la práctica real y en la moral al 51% de la población mundial, formada por las personas y ciudadanas mujeres.
Es Andrea D’Atri quien en su artículo “Feminismo y marxismo: más de 30 años de controversias”1 empieza con la cita: “Una revolución no es digna de llamarse tal si con todo el poder y todos los medios de que dispone no es capaz de ayudar a la mujer –doble o triplemente esclavizada, como lo fue en el pasado- a salir a flote y avanzar por el camino del progreso social e individual”  de León Trotsky 2.
Cien años después de la revolución del octubre soviético, con la demolición de los iconos machistas de la Familia patriarcal y burguesa, con la igualdad en el trabajo para la mujer, su derecho unilateral al divorcio y al aborto, su potestad como persona sin depender del padre, esposo, hermano o hijo, su persecución implacable de la trata y el proxenetismo, con la separación del Estado y de la Iglesia, además de la denuncia de la moral teñida de paternalismo, asistimos a la involución de este ambicioso cambio para las mujeres. En nuestro S. XXI el patriarcado existe y vive en todas las instituciones y políticas del mercado capitalista de la propiedad privada.
UNA MORAL JERARQUIZADA POR LA MASCULINIDAD HEGEMÓNICA.
La conciencia y moral dominante impone los valores de la sociedad patriarcal como algo normal, consustancial a la vida, ancestral y eterno, inamovible.
Ha habido un gran avance en la conciencia ciudadana, al considerar de dominio público y político todos los agravios que conciernen a la real desigualdad entre los hombres y las mujeres, en particular en pasar del dominio privado, familiar e intimo, al publico. La actual concepción sobre la violencia de género incluso se ha traducido en leyes y medidas con el objetivo de atajarla, o al menos si no resolverla avanzar en limitarla.
Nos encontramos frente a cada medida, ley y procedimiento que defiende los derechos de las mujeres como personas, una contra reacción pública, notoria y lamentablemente muchas veces exitosa, que concita un amplio consenso entre las personas que deben aplicarla y los agresores. A menudo las mujeres que deciden denunciar a sus torturadores, no encuentran el apoyo necesario para su recuperación, chocan con esta moral imperante, que trivializa, normaliza el ataque recibido, sufriendo una victimización secundaria de parte de la sociedad y las instituciones.
En nombre de la igualdad de derechos y la no discriminación de los hombres con las mujeres, o la falta de recursos acrecentada con la crisis económica, nos encontramos a diecisiete años de la Plataforma de Acción de la IV Conferencia mundial sobre la mujer de Beijing5, a ocho años de la promulgación de la Ley integral de medidas, que se impone en los hechos la impunidad de los hombres en todos los ámbitos cívicos y legales. Incluso se está produciendo el contrasentido de que bufetes de abogados/as que defienden a las mujeres en temas de violencia de género, pasen a defender a los hombres agresores por la simple razón de quien posee la capacidad y solvencia económica.
Se genera una acusación en los medios que generalizan sobre denuncias falsas que las mujeres utilizan a su favor las leyes, a pesar de que son un escueto 0,1% 3. La realidad es la inmensa cantidad de sobreseimientos dictados en los juzgados de violencia sobre la mujer (en 2010 23.772 un aumento del 137% respecto 2005)3, la falta de órdenes de protección, la imposición de la guardia compartida en casos de violencia. En fin, la víctima, la mujer, es víctimizada, no se la escucha, se le niega credibilidad, y sigue discriminada negativamente frente al hombre agresor.
La educación en la transmisión de valores desde la familia y desde la escuela, se complementan con la prédica de la jerarquía eclesiástica y los contenidos de los medios de comunicación en manos de los poderes públicos.
Venimos de una etapa de la humanidad en que hay un pacto implícito de los hombres de dejar fuera de las decisiones de la organización social al género femenino, a las mujeres. Hombres y mujeres estamos dentro de esta forma de relacionarnos. Se ha normalizado que así sea, y en el imaginario popular todavía se vive el "siempre ha sido así”.
La jerarquización del poder económico y político conforma el núcleo ideológico de la moral en la que viven las mujeres y los hombres. Los roles los impone este poder y estructura social basada en la dominación patriarcal. Jerarquización que liga con los intereses del capital que la aprovecha para la explotación del 99% de la población, sean hombres o mujeres. 
LA POBREZA TIENE ROSTRO DE MUJER.
Una parte substancial de la explotación del trabajo se basa en la degradación general de las condiciones laborales y de vida, en particular se ceba a fondo en las mujeres.
La crisis económica aumenta escandalosamente la desigualdad salarial entre mujeres y hombres. La brecha salarial ha pasado de 28 a 29,1 puntos porcentuales. Una mujer tiene que trabajar 62 días más que un hombre para lograr la misma retribución.
En esta época de crisis se equilibra la tasa de paro entre los dos sexos, porque parte de una situación desequilibrada en cuanto a población activa en el mercado laboral. En 2012 todavía supera en 2 millones la masculina respecto a la femenina. Si la tasa de actividad fuera similar, la tasa de desempleo femenino sería de un 37%.
Las mujeres suponen ya el 46,8% de la población asalariada, aunque solo el 40,9% de la población asalariada a tiempo completo.
La pobreza tiene rostro de mujer. Las mujeres suponen el 69,5% de la población asalariada con ingresos inferiores al Salario Mínimo Interprofesional pero solo suponen el 26% de la población que gana más de 8 veces el SMI.
No sólo la desigualdad salarial también las dificultades en el acceso y condiciones laborales, la segregación sectorial y ocupacional, o la especial incidencia en la empleabilidad de las mujeres de la ausencia de políticas favorecedoras de la corresponsabilidad y medidas de conciliación entre tiempo de trabajo y tiempo de vida, constituyen manifestaciones evidentes de la persistencia de la desigualdad hacia las mujeres en nuestra sociedad. (Informe secretaria confederal de CCOO. Nov.2012)4.
Esta discriminación salarial se extiende en las condiciones laborales y en las expectativas de responsabilidades profesionales. Cuando pasamos de las categorías más bajas al capataz, de la administrativa al jefe, de la enfermera al médico, de la ejecutiva a los gerentes y consejeros delegados, hay una pirámide infernal donde las mujeres son la base de muchas profesiones y espacios de acción, pero son excluidas sin compasión en la dirección de las empresas, de los partidos y en general de todos los aspectos políticos de la sociedad.
LA VIOLENCIA MACHISTA NO ES BIOLÓGICA.
El sistema capitalista ha sostenido la sumisión de las mujeres cuando no hay ninguna prueba científica ni necesidad vivencial que lo justifique.
En todas las esferas sociales desde Aristóteles a nuestros días el argumento biológico de diferencias entre los sexos masculino y femenino ha sido la estrella que ha guiado a sabios y poderosos.
En este sentido la revolución industrial, las nuevas tecnologías, todos los adelantos del último siglo han ayudado a demostrar la falsedad de que las diferencias biológicas justifiquen la discriminación y la situación de ciudadanas de segundo orden, incluso la negación de ciudadanas (en el Vaticano, en Bután, en Arabia Saudí todavía no pueden votar les han prometido en 2015,…), en el siglo XXI.
El género femenino como construcción social, con los roles marcados en cada paso de nuestras vidas, de cómo nos hemos de relacionar, de cómo hemos de amar, de qué proyecto de vida hemos de desempeñar, va unido a cómo ha de ser la masculinidad hegemónica, es decir, de cómo se han de comportar los varones.
La desigualdad sí interesa a una minoría dominante. Los dueños del capital, de las finanzas, de las empresas y de las iglesias, aprovechan para su interés de castas minoritarias la injusta desigualdad fruto de la dominación de género de los hombres sobre las mujeres.
La lucha de las mujeres que nos han precedido, los logros conseguidos a todos los niveles públicos y privados, en la educación, en el trabajo, en la política, han demostrado que las mujeres somos parte de la humanidad y como tales hemos de poder estar en los lugares de decisión y hemos de poder vivir sin discriminaciones y desigualdades con respecto a los varones.
“ERES MÍA”
La violencia estructural y violencia institucional reside en todos los ámbitos sociales públicos y privados.
Esta violencia institucional y empresarial hacia las mujeres tiene su otra cara de la moneda en la extendida violencia de género con la que los hombres agreden, torturan y asesinan a las mujeres, al grito de “eres mía”. La mujer aún es una propiedad más del hombre en la sociedad y moral capitalista patriarcal.
Necesitamos un cambio profundo en la sociedad colectivamente, en las relaciones entre mujeres y hombres, que revertirá en cambiar la jerarquía imperante entre dominantes y oprimidos.
En el plano del patriarcado que afecta a mujeres y hombres, los hombres también sufren la opresión de la jerarquía machista. Todos los colectivos de mujeres que están luchando por cambiar este sistema para la emancipación de las mujeres han de formar parte de este futuro, de una nueva manera de organizar la sociedad en otro sistema.
Este 8 de marzo, Día Internacional de la mujer trabajadora, los lemas han oscilado entre el derecho a la igualdad en el trabajo hasta contra el patriarcado y el capitalismo, por la revolución feminista ya, y defensa de desobediencia feminista. La emancipación de la mujer se inscribe, en esta crisis y en la globalización, entre los factores básicos para romper y superar el capitalismo con su transmisión patriarcal. La revolución social y de la mujer necesitan actuar estrechamente unidas para vencer.      
Volviendo a Andrea D’Atri 6 cita: "Sin Feminismo no hay Socialismo", y explica: "¿Quién es socialista y no es feminista, carece de amplitud, pero quien es feminista y no es socialista carece de estrategia (Louise Kneeland, 1914) y continua ... es decir, se vinculará la lucha de las mujeres con una lucha por un cambio social que ponga este sistema patas arriba, porque está basado en una minoría de parásitos que explotan a la mayoría de la humanidad, de las que las más afectadas son las mujeres ... de mil trescientos millones de pobres que hay en el mundo, el 70% son mujeres y niñas ... ".
Conciencia de las necesidades de transformación y de subvertir las situaciones sociales de dominio y opresión.
Cuando los diferentes grupos de mujeres jóvenes analizan y reflexionan en las plazas públicas las causas de esta violencia estructural que oprime a la mitad de la población, va a las raíces del sistema, del sistema patriarcal, pero también del sistema capitalista que lo sustenta. Incluso las reivindicaciones políticas y sociales por la libertad de las mujeres a vivir en un mundo libre de violencia, piden un cambio social profundo. Este cambio social entronca con otros movimientos que también lo demandan.
Las mujeres estamos en todos los movimientos y la lucha es transversal en todos los sectores sociales, por lo tanto cualquier revolución del cambio social se hará con las mujeres como componentes e impulsoras fundamentales o no se hará.
La transformación social implica unas bases materiales, económicas, políticas, culturales y vivenciales que afectarán y permitirán un estadio superior, diferente, para dar el paso a una igualdad real basada en el diálogo, consenso y respeto mutuo entre los géneros.
Notas:
(1)       Andrea D’Atri. Feminismo y Marxismo: más de 30 años de controversias. Noviembre 2004.
(2)       León Trostky. La Revolución traicionada.
(3)       Fuente: Consejo General del Poder Judicial.
(6)      Andrea D’Atri. http://www.scielo.org.ve/pdf/rvem/v14n33/art09.pdf

Montserrat Vilá Planas es presidenta de la Plataforma Unitaria contra las Violencias de Género de Catal 

NAVEGACIONES 30-01-2013

RESEÑA DE FRACTURED TIMES: CULTURE AND SOCIETY IN THE 20TH CENTURY [TIEMPOS DE FRACTURA: CULTURA Y SOCIEDAD EN EL SIGLO XX] (LITTLE BROWN, LONDRES, 2013).

Eric Hobsbawm fue el historiador más conocido y celebrado del siglo XX, no solo en Gran Bretaña sino en todo el mundo. Sus obras principales, cuatro volúmenes substanciales que cubren la historia de Europa en su contexto global desde la Revolución Francesa de 1789 a la caída del comunismo dos siglos después, han seguido reeditándose sin cesar desde que se publicaron. Más de medio siglo después de que apareciera, The Age of Revolution [La era de la revolución, Crítica, Barcelona, 2005] sigue siendo esencial en las bibliografías universitarias. The Age of Extremes[Historia del siglo XX, Crítica, Barcelona, 2000] se ha traducido a más de 50 idiomas, y sin duda el historial de ediciones extranjeras de sus demás libros es igual de impresionante.

Hobsbawm era igual de ampliamente conocido en Italia– se le puede ver en YouTube hablando en italiano sobre Gramsci– como lo era en Brasil, donde la confesión del presidente Lula de que había sido la mayor influencia sobre su pensamiento convirtióThe Age of Extremes en un éxito de ventas. Hobsbawm había recibido doctorados honoris causa en muchos países, entre ellos Uruguay y la República Checa. Era ciudadano honorario de Viena. Se le otorgó el Premio Balzan, la distinción más codiciada (y mejor dotada) de Humanidades de Europa. Se le concedió el Premio al Entendimiento Europeo de la Feria del Libro de Francfort. En el Reino Unido se le nombró Compañero de Honor, el equivalente de un título de caballero. La noticia de su muerte, el 1 de octubre de 2012, apareció en los diarios de todo el mundo.

Hay muchas razones por las que Hobsbawm logró alcanzar esa eminencia y popularidad planetaria. Escribía con extraordinario ingenio, gracia y fuerza, cualidades evidentes una vez más en este conjunto de ensayos y conferencias sobre la cultura europea en los siglos XIX y XX. De sus páginas brotan frases llamativas. La vida pública de Karl Kraus fue "el monólogo de una vida entera dirigido al mundo". Las culturas no sólo son "supermercados en los que hacemos acopio según nuestros personales gustos". "Con la democratización de la política, el poder se convirtió cada vez más en teatro público". La capacidad de Hobsbawm para formular obiter dictaprovocadores nunca le abandonó.

Ello sugiere otra poderosa razón de su atractivo global: lo enorme y extraordinariamente fértil de su imaginación histórica. Muchos historiadores han producido uno u otro concepto influyente, Hobsbawm creó un buen montón: la "Crisis General del siglo XVII", la "revolución dual" (las revoluciones Francesa e Industrial, acontecimientos formativos de los tiempos modernos), la "invención de la tradición", los "rebeldes primitivos", el "bandidismo social", el "largo siglo XIX" (1789-1914), el "corto siglo XX" (1914-1989); y no son estos más que unos cuantos. Su capacidad para ver la imagen de conjunto e idear un concepto que la encuadrara a fin de poner en orden los diversos y levantiscos detalles de la historia era imponente.

Está claro que le debía mucho de esto a su adhesión de toda una vida al marxismo, que en sus manos era una herramienta sutil y flexible para organizar e interpretar el material histórico, todo un universo intelectual apartado de las rígidas ortodoxias doctrinales de la Academia Soviética y sus vacuos satélites de los demás países del Pacto de Varsovia. No ha de extrañar que no supieran realmente qué hacer con él. El marxismo sí que le dio a su obra, es cierto, un aroma teleológico que ya no es de nuestro gusto en el mundo postmarxista. Sus bandidos campestres y sus milenaristas campesinos, por ejemplo, eran rebeldes primitivos precisamente porque la historia no había alcanzado todavía el estadio en el que el socialismo proporcionara el juego de herramientas para que los rebeldes se convirtieran en modernos. Pero esto no le impidió tratarlos con una simpatía y fascinación muy apartada del "enorme desdén" de una dogmática posteridad marxista [1]. En ningún sitio son más evidentes estas cualidades que en la nostalgia vaga pero claramente perceptible en los brillantes ensayos del presente volumen sobre la vida judía de Centroeuropa de los siglos XIX y XX, el entorno en el que él mismo creció.  

Lo que también hizo el marxismo de Hobsbawm, sin embargo, fue transformarle de optimista de toda la vida – mientras era posible pensar para algunos, aun con ciertas reservas, que proporcionaba esperanza para el futuro– en pesimista perplejo, cuando se hizo evidente, desde los años 90 en adelante, que ya no se podía. El pesimismo de Hobsbawm se filtra en muchos de los ensayos de este libro más claramente que en ninguna otra obra de las que publicara tras la caída del comunismo. La experiencia cultural, afirma, se está “desintegrando”.  La música clásica no tiene futuro, sólo pasado.  

En muchas partes del mundo, las subvenciones del Estado a las artes están siendo reemplazadas por las fuerzas del mercado, con efectos desastrosos. ("No va a pasar en el Reino Unido", declara, pero en este caso no estaba siendo lo bastante pesimista). Sin embargo, su visión del futuro de la cultura es demasiado sombría. Puede que la música moderna no sea muy popular en la salas de conciertos, por ejemplo (tal como apunta repetidas veces), pero llega a millones de personas en forma de música para cine. Si se echa un vistazo a las artes visuales o el teatro, no hay muchas señales de declive. Como tan a menudo sucede, sus argumentos invitan tanto a disentir como a estar de acuerdo, signo de un historiador verdaderamente creativo. Tal como observó una vez el historiador económico David Landes, de un libro de Hobsbawm se sale como de una vigorosa partida de squash: exhausto y tonificado al mismo tiempo.  
Por último, y lo más importante de todo, Hobsbawm tenía una asombrosa vastedad de conocimientos, que abarcaba un número vertiginoso de países y culturas. Llevo enseñando y escribiendo sobre la historia moderna de Europa durante más de cuarenta años, pero leyendo este libro he aprendido una enorme cantidad de cosas que antes no sabía, acerca de escritores que antes no conocía como K. E. Franzos, Gregor von Rezzori, o Miroslav Krleza, sobre el papel del voto judío en las elecciones del Turín de mediados del siglo XIX, sobre las razones por las que los mormones siempre son los villanos de los relatos de Sherlock Holmes, sobre el atractivo del mito del vaquero para la sensibilidad europea, y mucho más; algo nuevo en casi cada página. Hobsbawm debía este conocimiento enciclopédico en parte a la insaciable curiosidad por todo que fue sin duda un factor principal para mantenerse vivo y pensar durante tanto tiempo; también se lo debía, evidentemente, a su cosmopolita educación, en Viena, Berlín y Londres.  

Este cosmopolitismo estaba, sin embargo, lejos de ser único entre los historiadores británicos de su propia generación y de las siguientes, aunque en el caso de Hobsbawm fue más allá que el de ningún otro. Historiadores de una edad comparable, tales como Owen Chadwick, Denis Mack Smith, Raymond Carr y Michael Howard [2],todos felizmente todavía con nosotros, encontraron natural investigar y escribir sobre la historia del continente europeo.
Transmitieron la amplitud de su perspectiva a una generación más joven – la mía – produciendo toda una falange de historiadores británicos cuya obra es tan familiar en los países sobre los que escriben, de España a Rusia, de Alemania a Italia, de Polonia a Rumanía, como lo es en Gran Bretaña o Norteamérica: Paul Preston, Ian Kershaw, Norman Davies, Dennis Deletant, Lucy Riall, Geoffrey Hosking [3] y muchos otros. Esto ha convertido a los historiadores británicos en los más influyentes y ampliamente leídos del mundo de hoy. Su predominio ha sido resultado de una amplia educación histórica en las escuelas británicas, en las que la historia europea y del mundo se han impartido junto a la historia británica a lo largo de decenios.

Hoy la gran tradición se encuentra en peligro a causa del programa de Historia del secretario de Estado para la Educación [Michael Gove], que amenaza con producir una generación de jóvenes ignorantes y de estrechas miras e ignorantes que terminará el colegio sin saber nada de la historia de las tierras más allá de estas orillas. Ya estoy oyendo a Eric Hobsbawm revolverse en su tumba.

NOTAS T.: [1] Al referirse al “enorme desdén de la posteridad”,Evans parafrasea el famoso prólogo deThe Making of the English Working Class, la obra maestra de E. P. Thompson. Véase aquí.  [2] Owen Chadwick (1916) es un eminente especialista en la historia del cristianismo, profesor en Cambridge y East Anglia, que ha escrito, entre otros temas, sobre la Reforma, la historia del papado, la secularización de la cultura europea y el conflicto entre Iglesia y Estado; Denis Mack Smith (1920) es uno de los máximos expertos en la historia contemporánea de Italia, del Risorgimento al fascismo, y entre sus temas se encuentran Garibaldi, Cavour, Vittorio Emmanuele, Mazzini y Mussolini (del que escribió una célebre biografía), Sicilia y la monarquía de los Saboya; algo semejante, pero referido a la Historia de España de los siglos XIX y XX, puede decirse de Raymond Carr (1919), profesor en Oxford, autor de obras de referencia como España 1808-2008 [Ariel, Barcelona, 2009], maestro de varias generaciones de historiadores y especialista asimismo…en la caza del zorro; Michael Howard (1922), destacado investigador de la historia militar, fue profesor en Oxford y Yale y ha trabajado sobre la guerra franco-prusiana, Clausewitz y las dos guerras mundiales.  [3] Paul Preston (1946) es un conocidísimo hispanista gracias a sus libros sobre la II República, la Guerra Civil y el franquismo; Ian Kershaw (1943), profesor en la Universidad de Sheffield, y destaca por sus libros sobre el Tercer Reich, la Solución Final y su biografía de Hitler; Norman Davies (1941), que enseñó en Oxford y Cambridge, asesor de Margaret Thatcher, es profesor en la Universidad Bilkent de Ankara, y escribe sobre la historia europea del siglo XX; Dennis Deletant (1946) es una autoridad en la historia de Rumanía; Lucy Riall (1962), profesora en Birkbeck, Universidad de Londres, sobresale por sus estudios acerca del Risorgimento, Garibaldi y la unificación italiana; Geoffrey Hosking, profesor en el University College de Londres, es un notable historiador del imperio ruso y la Unión Soviética.  Richard J. Evans es profesor regius de Historia en la Universidad de Cambridge, donde preside el Wolfson College. En castellano se ha publicado en 2012 [Península, Barcelona] su extraordinaria trilogíaLa llegada del Tercer Reich, El Tercer Reich en el poder y El Tercer Reich en guerra.

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