RESEÑA
DE FRACTURED TIMES: CULTURE AND SOCIETY IN THE 20TH CENTURY [TIEMPOS
DE FRACTURA: CULTURA Y SOCIEDAD EN EL SIGLO XX] (LITTLE BROWN, LONDRES, 2013).
Eric Hobsbawm fue el
historiador más conocido y celebrado del siglo XX, no solo en Gran Bretaña sino
en todo el mundo. Sus obras principales, cuatro volúmenes substanciales que
cubren la historia de Europa en su contexto global desde la Revolución Francesa
de 1789 a
la caída del comunismo dos siglos después, han seguido reeditándose sin cesar
desde que se publicaron. Más de medio siglo después de que apareciera, The
Age of Revolution [La era de la revolución, Crítica, Barcelona, 2005]
sigue siendo esencial en las bibliografías universitarias. The Age of
Extremes[Historia del siglo XX, Crítica, Barcelona, 2000] se ha traducido a más
de 50 idiomas, y sin duda el historial de ediciones extranjeras de sus demás
libros es igual de impresionante.
Hobsbawm era igual de
ampliamente conocido en Italia– se le puede ver en
YouTube hablando en italiano sobre Gramsci– como lo era en Brasil,
donde la confesión del presidente Lula de que había sido la mayor influencia
sobre su pensamiento convirtióThe Age of Extremes en un éxito de ventas.
Hobsbawm había recibido doctorados honoris causa en muchos países, entre ellos
Uruguay y la
República Checa. Era ciudadano honorario de Viena. Se le
otorgó el Premio Balzan, la distinción más codiciada (y mejor dotada) de
Humanidades de Europa. Se le concedió el Premio al Entendimiento Europeo de la Feria del Libro de
Francfort. En el Reino Unido se le nombró Compañero de Honor, el equivalente de
un título de caballero. La noticia de su muerte, el 1 de octubre de 2012,
apareció en los diarios de todo el mundo.
Hay muchas razones por las
que Hobsbawm logró alcanzar esa eminencia y popularidad planetaria. Escribía
con extraordinario ingenio, gracia y fuerza, cualidades evidentes una vez más
en este conjunto de ensayos y conferencias sobre la cultura europea en los
siglos XIX y XX. De sus páginas brotan frases llamativas. La vida pública de
Karl Kraus fue "el monólogo de una vida entera dirigido al mundo".
Las culturas no sólo son "supermercados en los que hacemos acopio según
nuestros personales gustos". "Con la democratización de la política,
el poder se convirtió cada vez más en teatro público". La capacidad de
Hobsbawm para formular obiter dictaprovocadores nunca le abandonó.
Ello sugiere otra poderosa
razón de su atractivo global: lo enorme y extraordinariamente fértil de su imaginación
histórica. Muchos historiadores han producido uno u otro concepto influyente,
Hobsbawm creó un buen montón: la "Crisis General del siglo XVII", la
"revolución dual" (las revoluciones Francesa e Industrial,
acontecimientos formativos de los tiempos modernos), la "invención de la
tradición", los "rebeldes primitivos", el "bandidismo
social", el "largo siglo XIX" (1789-1914), el "corto siglo
XX" (1914-1989); y no son estos más que unos cuantos. Su capacidad para
ver la imagen de conjunto e idear un concepto que la encuadrara a fin de poner
en orden los diversos y levantiscos detalles de la historia era imponente.
Está claro que le debía
mucho de esto a su adhesión de toda una vida al marxismo, que en sus manos era
una herramienta sutil y flexible para organizar e interpretar el material
histórico, todo un universo intelectual apartado de las rígidas ortodoxias
doctrinales de la
Academia Soviética y sus vacuos satélites de los demás países
del Pacto de Varsovia. No ha de extrañar que no supieran realmente qué hacer
con él. El marxismo sí que le dio a su obra, es cierto, un aroma teleológico
que ya no es de nuestro gusto en el mundo postmarxista. Sus bandidos campestres
y sus milenaristas campesinos, por ejemplo, eran rebeldes primitivos
precisamente porque la historia no había alcanzado todavía el estadio en el que
el socialismo proporcionara el juego de herramientas para que los rebeldes se
convirtieran en modernos. Pero esto no le impidió tratarlos con una simpatía y
fascinación muy apartada del "enorme desdén" de una dogmática
posteridad marxista [1]. En ningún sitio son más evidentes estas
cualidades que en la nostalgia vaga pero claramente perceptible en los
brillantes ensayos del presente volumen sobre la vida judía de Centroeuropa de
los siglos XIX y XX, el entorno en el que él mismo creció.
Lo que también hizo el
marxismo de Hobsbawm, sin embargo, fue transformarle de optimista de toda la
vida – mientras era posible pensar para algunos, aun con ciertas reservas, que
proporcionaba esperanza para el futuro– en pesimista perplejo, cuando se hizo
evidente, desde los años 90 en adelante, que ya no se podía. El pesimismo de
Hobsbawm se filtra en muchos de los ensayos de este libro más claramente que en
ninguna otra obra de las que publicara tras la caída del comunismo. La
experiencia cultural, afirma, se está “desintegrando”. La música clásica no tiene futuro, sólo
pasado.
En muchas partes del
mundo, las subvenciones del Estado a las artes están siendo reemplazadas por
las fuerzas del mercado, con efectos desastrosos. ("No va a pasar en el
Reino Unido", declara, pero en este caso no estaba siendo lo bastante
pesimista). Sin embargo, su visión del futuro de la cultura es demasiado
sombría. Puede que la música moderna no sea muy popular en la salas de
conciertos, por ejemplo (tal como apunta repetidas veces), pero llega a
millones de personas en forma de música para cine. Si se echa un vistazo a las
artes visuales o el teatro, no hay muchas señales de declive. Como tan a menudo
sucede, sus argumentos invitan tanto a disentir como a estar de acuerdo, signo
de un historiador verdaderamente creativo. Tal como observó una vez el
historiador económico David Landes, de un libro de Hobsbawm se sale como de una
vigorosa partida de squash: exhausto y tonificado al mismo tiempo.
Por último, y lo más
importante de todo, Hobsbawm tenía una asombrosa vastedad de conocimientos, que
abarcaba un número vertiginoso de países y culturas. Llevo enseñando y
escribiendo sobre la historia moderna de Europa durante más de cuarenta años,
pero leyendo este libro he aprendido una enorme cantidad de cosas que antes no
sabía, acerca de escritores que antes no conocía como K. E. Franzos, Gregor von
Rezzori, o Miroslav Krleza, sobre el papel del voto judío en las elecciones del
Turín de mediados del siglo XIX, sobre las razones por las que los mormones
siempre son los villanos de los relatos de Sherlock Holmes, sobre el atractivo
del mito del vaquero para la sensibilidad europea, y mucho más; algo nuevo en
casi cada página. Hobsbawm debía este conocimiento enciclopédico en parte a la
insaciable curiosidad por todo que fue sin duda un factor principal para
mantenerse vivo y pensar durante tanto tiempo; también se lo debía,
evidentemente, a su cosmopolita educación, en Viena, Berlín y Londres.
Este cosmopolitismo
estaba, sin embargo, lejos de ser único entre los historiadores británicos de
su propia generación y de las siguientes, aunque en el caso de Hobsbawm fue más
allá que el de ningún otro. Historiadores de una edad comparable, tales como
Owen Chadwick, Denis Mack Smith, Raymond Carr y Michael Howard [2],todos
felizmente todavía con nosotros, encontraron natural investigar y escribir
sobre la historia del continente europeo.
Transmitieron la amplitud
de su perspectiva a una generación más joven – la mía – produciendo toda una
falange de historiadores británicos cuya obra es tan familiar en los países
sobre los que escriben, de España a Rusia, de Alemania a Italia, de Polonia a
Rumanía, como lo es en Gran Bretaña o Norteamérica: Paul Preston, Ian Kershaw,
Norman Davies, Dennis Deletant, Lucy Riall, Geoffrey Hosking [3] y
muchos otros. Esto ha convertido a los historiadores británicos en los más
influyentes y ampliamente leídos del mundo de hoy. Su predominio ha sido resultado
de una amplia educación histórica en las escuelas británicas, en las que la
historia europea y del mundo se han impartido junto a la historia británica a
lo largo de decenios.
Hoy la gran tradición se
encuentra en peligro a causa del programa de Historia del secretario de Estado
para la Educación
[Michael Gove], que amenaza con producir una generación de jóvenes ignorantes y
de estrechas miras e ignorantes que terminará el colegio sin saber nada de la
historia de las tierras más allá de estas orillas. Ya estoy oyendo a Eric
Hobsbawm revolverse en su tumba.
NOTAS T.: [1] Al
referirse al “enorme desdén de la posteridad”,Evans parafrasea el famoso
prólogo deThe Making of the English Working Class, la obra maestra de E. P.
Thompson. Véase aquí. [2] Owen Chadwick (1916) es un
eminente especialista en la historia del cristianismo, profesor en Cambridge y
East Anglia, que ha escrito, entre otros temas, sobre la Reforma , la historia del
papado, la secularización de la cultura europea y el conflicto entre Iglesia y
Estado; Denis Mack Smith (1920) es uno de los máximos expertos en la historia
contemporánea de Italia, del Risorgimento al fascismo, y entre sus temas se
encuentran Garibaldi, Cavour, Vittorio Emmanuele, Mazzini y Mussolini (del que
escribió una célebre biografía), Sicilia y la monarquía de los Saboya; algo
semejante, pero referido a la
Historia de España de los siglos XIX y XX, puede decirse de
Raymond Carr (1919), profesor en Oxford, autor de obras de referencia
como España 1808-2008 [Ariel, Barcelona, 2009], maestro de varias
generaciones de historiadores y especialista asimismo…en la caza del zorro;
Michael Howard (1922), destacado investigador de la historia militar, fue
profesor en Oxford y Yale y ha trabajado sobre la guerra franco-prusiana,
Clausewitz y las dos guerras mundiales. [3] Paul Preston (1946)
es un conocidísimo hispanista gracias a sus libros sobre la II República , la Guerra Civil y el
franquismo; Ian Kershaw (1943), profesor en la Universidad de
Sheffield, y destaca por sus libros sobre el Tercer Reich, la Solución Final y su
biografía de Hitler; Norman Davies (1941), que enseñó en Oxford y Cambridge,
asesor de Margaret Thatcher, es profesor en la Universidad Bilkent
de Ankara, y escribe sobre la historia europea del siglo XX; Dennis Deletant (1946)
es una autoridad en la historia de Rumanía; Lucy Riall (1962), profesora en
Birkbeck, Universidad de Londres, sobresale por sus estudios acerca del
Risorgimento, Garibaldi y la unificación italiana; Geoffrey Hosking, profesor
en el University College de Londres, es un notable historiador del imperio ruso
y la Unión Soviética.
Richard J. Evans es profesor regius de Historia en la Universidad de
Cambridge, donde preside el Wolfson College. En castellano se ha publicado en
2012 [Península, Barcelona] su extraordinaria trilogíaLa llegada del Tercer
Reich, El Tercer Reich en el poder y El Tercer Reich en guerra.
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