martes, 24 de diciembre de 2013

NAVEGACIONES-24-12-13

LAS LETICIAS

Escaleta  genérica para  película

Autor: Willy Guevara

Personajes:
  • Tsejem (Aristóteles Picho)
  • Leticia:
  • Yo:


HOMENAJE A ARISTOTELES PICHO


Los sucesos ocurren   antes y después  de la Guerra del Cenepa. 1995.

Huampami. Río Cenepa. Guarnición Militar de Chávez Valdivia-Kuzu-Kubaim. Enero-Febrero (Tiempo de lluvias)

La construcción del guión admitirá el desarrollo de la mayor cantidad de planos secuencia.

Se establecerá un sistema intenso de ensayos con los actores  hasta hallar  “la enfermedad aristotélica” dramática más adecuada.

Los diálogos serán inventados entre actores- guionista-director.

Las voces propias y en off deberán  brotar de tal manera que no se  sientan  aprendidos ni memorizadas. Voces que extiendan sus imaginaciones y  den cuenta de los ensayos.

El guión estará  siempre abierto.   

Asistiremos   y gestaremos   un experimento  en múltiples aspectos.


SECUENCIAS CENTRALES:

1.-Una tarde de lluvia intensa en las montañas de Kuzu-Kubaim Leticia estaba  procesando  un Parto Vertical  en medio de   lechos  inmensos   de hojas  esparcidas  debajo de  árboles  gigantescos. Estaba desnuda. Yo la miraba. La miraba Tsejem. Ambos éramos  héroes de guerra. Despojos humanos totales. 

2.-Sincronizaba sus glúteos. Serpenteaba  la columna. La nuca se hacía gato. Su vulva, que Tsejem  había lamido y besado,  y que nunca me perteneció, se abrió como una flor acuática y emergió  la pequeña Leticia. Ojos  abiertos. No lloró. Miró el bosque y  el agua del cielo  sin asombro alguno.

3.- La tormenta  se  hizo más terrible.  Los truenos más sonoros.  Los rayos más violentos. La tarde estaba a punto de cesar. Leticia sonrío. Tomó a la pequeña Leticia y la humedeció  de lluvia. Cantó un Anen. El paisaje  se fue apagando hasta el silencio. Sin haberla procreado fui su padre  desde entonces.

4.- Salíamos de Chávez Valdivia cada mes a Huampami. Dos pumas entrenados para matar. Tsejem  era awajun puro. Se sentía doble guerrero. Descendiente de Asagkay. El último guerrero de honor.  Y soldado peruano entrenado para matar ecuatorianos. Conocí a muchos jóvenes awajun. Él era absolutamente distinto. Luego sabría que sus Visiones de Poder y de Futuro fueron diferentes. 

5.-Yo, un aventurero  que decidió  dejar por un tiempo la universidad y buscar nuevas emociones.  Meterme al monte. Los tambores de guerra se sentían en la década de los 90s con fuerza.  De pura adicción a la  adrenalina me enrolé.

6.-Fuimos yunta guerrera  desde  los primeros días de entrenamiento. El comandante  nos vio complementarios.  Tsejem era la cara y yo la despalda. Compacto. Un Mum. Con una fuerza interior poderosa. Me sedujo esa diferencia. Aprendí a ser amigo entre hombres  de culturas opuestas.

7.-Yo había   practicado casi todo lo que en la Costa y el Mar del Perú  se llama deporte. Pero la selva de la Cordillera del Cóndor  me  fascinaba. Me daba miedo. Me desafiaba. Me  tentaba. Me hacía guiños.

8.-Una noche nos desnudaron y untaron el cuerpo con aceite y con solo dos puñales nos metieron en una ciénaga. Los pies forrados de  jebe.  Nos atacaron por todos lados. Era  un entrenamiento extremo. Si alguien moría  no importaba. Ganamos. Ganó Tsejem.

9.-Esa noche hizo que le diera los alimentos a la boca. No podía tocarlos  con las manos. Era magia awajun. Había matado. Estaba contagiado del ébesek. Sus manos estaban contaminadas. Yo hice lo que dijo. Le di de comer a la boca.

10.-Yo sobreviví a  la batalla de la ciénaga y  sentí que eso era el   infierno pero de pura verdad.   Sin conciencia de nada. Solo  traté de  no  morir.

11.-Las chicas  del prostíbulo nos esperaban cada Sábado con la idea  de organizar  concursos de orgasmos que  yo alentaba y Tsejem no. Somos guerreros decía. Vaciemos los testículos cuando yo lo diga. Sentirás  algo  diferente.

12. En las largas noches de la Base Militar me narró de sus ancestros y de su compleja cultura.

Nadie como él  para escuchar los murmullos de la selva. Para leer el agua. Lo supe de inmediato: en  combate real  dependería de él. 

13.-Los Domingos amanecíamos desnudos bajo las Tunas. Cataratas largas de agua helada. Aprendí a ser amigo  de  otro amigo más allá del deber y la patria. Yo no tenía  idea de patria. Tsejem tampoco. Para él era una oportunidad de  manejar a la muerte.

14.- A Leticia la conocimos un Sábado en  una fiesta en  Huampami. Era mezcla de awajun, wampis y mestiza.  Muy bella y  absolutamente extraña.

“Los Mirlos” sonaban y ella bailaba consigo  misma en sus mundos ocultos. Nadie existía cuando danzaba.

Ojos enormes. Negros. Cabello largo. Piel perla. El leguaje de su cuerpo  era de hembra absoluta. Sus pómulos suaves. Su cuerpo una serpiente.

15.- En un momento en que los mundos se alinearon  yo  le hablé. Leticia me inmovilizó con sus  pupilas  y bailamos. Yo bailaba muy bien .Pero ella   mejor.

16.-Nunca más  fuimos a los torneos de orgasmos  y vaciábamos los testículos  a la manera guerrera. 

17.-Nos enamoramos   de ella. Tsejem  calló. Yo callé. Leticia calló.

18.-Desde entonces hablamos un lenguaje sin palabras o con otras palabras.  Los tres  sabíamos del amor que nos  quemaba. ¿Ese era el amor que todos sentirían en una situación similar o era  otro? Yo creo que era otro. Se hizo otro de pura necesidad.

Asumimos   ese  amor de una manera  mágica. ¿Amigos? Más que eso y menos que eso. Yo creo que estábamos inventando una nueva manera de ser.

19.- Convencionalmente  estábamos enamorados los tres de los tres. Pero jamás hicimos institución sobre  eso. Ni decadencia ni moda. ¿Amigos? No. ¿Algo que se pareciera a  ser amigos? Tal vez. No estoy seguro. En todo caso mantuvimos eso que se llama amor debajo de eso que se llama amistad.

20.-Desde entonces jamás vaciamos los testículos. Respeto sagrado  por Leticia. Rigor de guerreros.

21.-Leticia  nos contó cuando ya éramos despojos que cantó un Anen para ser así. Así como fuimos,  como somos y seremos.

22.-Caminar por el monte recogiendo los mejores sapos y hormigas para comerlos. Ir hasta Kuzu-Kubaim.   Sortear los  remolinos malditos del Comaina. Arrastrarnos hasta Paisa. Rampar  hasta las montañas más puras y limpias.

Esa vida no era sencilla. Era más compleja y bella  que cualquiera. Yo estaba  emocionado. Un despojo  heroico  feliz de ser distinto.

23.-Nuestro amor era una serpiente de agua sin destino. El agua  se evapora y se transforma. Busca un camino inhallable porque no existe eso de amar sin amar. Pero lo intenta.  Sabe que al hacerlo  distrae  al tiempo. Y esa puede ser una forma de  resolver el enigma. Distraerlo  para intentar una solución   imposible.

24.-Como yunta guerrera  no podíamos pelearnos. Tsejem me trasmitió todas sus visiones y poderes. Si pasada la guerra sobrevivíamos, iríamos a Shaim a  que yo obtuviera mi propia visión.

25.-Los Sábados y Domingos los tres éramos uno. Leticia, Tsejem y yo. ¿Una hermandad? No lo sé. No. Pero todo lo colocamos  delante de nosotros hasta hallar lo que  vendría.

26.-Un amor así tiene miedo a  las palabras. El juego y las apuestas las sustituyeron. Los awajun son autárquicos, individualistas y les gusta competir. A mi también.

27.-Un amor suspendido en el aire vive de la posibilidad y del  futuro. Y es una de las formas de la realidad y del sueño.

28.- ¿Qué sería de nosotros si la vida fuera de otra manera? Los tres competíamos para imaginar el mejor después. Ensayos para ganar tiempo o producir tiempo. El presente fue una convención.

29.-Leticia  bailaba como diosa demente y bebía  por los tres. Nadie  la miraba. Ni los Comandantes. Todos temían a Tsejem.

Del costeño aventurero  no  quedaba nada. Yo era la aventura. Lo sentía. Haría todo lo posible para no morir cuando llegara la hora.

30.-Y llegó la hora. Un helicóptero nos dejó cerca. De allí solo a esperar la noche. La guerra fue de noche y con  mucha lluvia en ciénagas ciegas que parecían organismos vivos. Cuerpo a cuerpo. Ahí  estaba todo. Tsejem la cara. Yo la espalda.

31.-Una noche estalló el sol. Después el silencio.

32.-Abrimos los ojos. Meses. Leticia nos secuestró del Hospital de Campaña.  Después  narró su eficacia.

33.-Vivíamos en  un Ayántai en las montañas de  Kuzu-Kubaim. Ya no éramos  seres humanos. Despojos. Restos de nosotros mismos.

Una Nungkui-Leticia  nos había devuelto de las tinieblas y nos había mantenido vivos.

34.-Yo había quedado castrado y sin piernas. Tsejem  había mantenido sus  testículos pero había perdido brazos y piernas.

35.- La decisión llegó. ¿La planeó  Leticia? No dejaba de ser una Nugkui.

36.-Antes de que muriera Yo o Tsejem  Leticia sería fecundada. Solo podría ser de Tsejem.

37.-Asistí a la  sesión de fecundación que  estaba más allá del amor, de la amistad, o de lo que ambos conceptos  significaran   para los demás. No para nosotros. No había lugar en el universo para definir eso.  Tal vez  estábamos  inaugurando  montañas recién nacidas.

38.-Ayudé  a las posiciones que Tsejem no podía. Sabía que se prolongaría en  el vientre de Leticia.

39.-Después de fecundarla frente a mí. Murió.

40.-Como guerrero awajun auténtico. Soldado peruano héroe de guerra. Lo dejamos  debajo de los pisos vegetales del monte.

41.-Tsejem vivía o moría    en las hojarascas del monte más alto de  Kuzu-Kubaim.

Leticia cantaba  diferentes Anen.

42.-Yo me arrastraba  aún y puse en práctica las  memorias de Tsejem para tratar de ser un poco como él.

43.-Leticia  veía crecer su vientre. Tsejem era parte de  nosotros. No dejó de estar ahí jamás.

44.-En las noches de estrellas la voz de Tsejem   seguía viva y Leticia la interpretaba y  yo me hacía menos  héroe y más humano.

45.-Cuando nació la pequeña Leticia  Tsejem creció más. Vivió otra vez entre nosotros. ¿Volvió a la vida? Ya no éramos tres. Éramos cuatro. El bosque lo devolvió.

46.-Tsejem arrastrándose  jugaba  con la pequeña  Leticia. Empezamos a  competir otra vez.

47.-Criamos a Leticia, la pequeña, en el sentido  de los cuatro.

48.- Cazábamos, pescábamos, recolectamos, capturábamos  Tayos.

49.- Domesticamos  nuestras discapacidades. Las ensayamos. Entrenamos para ser  despojos heroicos  útiles.  Para  vivir como quedamos después de que estalló el sol.

50.-Así como ensayamos la guerra. Ensayamos la paz. Nos esforzamos  para ser hábiles despojos. La discapacidad pronto fue parte de nuestra naturaleza. No nos importó.

51.-Tuve mi visión. Volvería a mis pasados. Pero retornaría. Solo cerrar una vida y abrir otra.

52.-Leticia y Tsejem empezaron a  inventar  el modo de ser así  para siempre. De ser así los 4.  Hasta morir de verdad. ¿Una nueva manera de amor implicaba una nueva manera de vivir y de morir?

53.-Tsejem y Leticia empezaron a  inventar trabajos  para cumplir una tarea pendiente que se habían   impuesto como indígenas: hacer que las mujeres awajun no se suiciden.

54.-Tenían un antecedente. Nosotros cuatro.  Nuestros corazones  limpios.  ¿Nuestra hermandad de mucho amor sin amor?  Todo aquello que hacía envenenarse a las mujeres.

55.-Nunca fuimos a recoger las Medallas de Héroes de Guerra. ¿Para qué?  Como los antiguos guerreros de honor. Habíamos vencido a la  muerte y a la vida.

56.- Creo que finalmente habíamos inventando una forma de amarse entre cuatro. Todo el mundo vive de creencias ¿Por qué nosotros no? Era nuestra creencia y nuestra  vida. Y lo sería hasta en el momento de la muerte sin  magia.

57.-La pequeña Leticia cumpliría  quince años. No necesitábamos preguntarnos ni afirmarnos nada. Andábamos por las montañas. No éramos errantes. Solo  Aents.

Ellas erguidas y bellas. Nosotros  hábiles discapacitados. ¿Un nuevo clan? No. Dos hombres que volvieron de la muerte y dos mujeres Nugkui  que manejaban los bosques y reían y bailaban con nosotros y nuestras  extravagantes tecnologías  para mostrarnos como  hombres  completos.



martes, 17 de diciembre de 2013

NAVEGACIONES-17-12-13


(Dossier)

La cuestión alrededor de cuál debía ser finalmente el lugar donde Mandela debía ser sepultado, se resolvió en junio, meses antes del 5 de diciembre de 2013, fecha de su fallecimiento. El asunto fue determinado por una orden de la corte que indicaba la exhumación y el internamiento de los cuerpos de los tres hijos que murieron antes que él. De acuerdo con la tradición y respetando los deseos de Mandela, él debía ser enterrado junto a sus hijos. Los niños fueron enterrados inicialmente en la casa rural familiar de Mandela en Qunu. Mandla Mandela, el nieto autoproclamado heredero de Mandela, los trasladó un día en medio de la noche para re-enterrarlos en su casa de campo en Mveso. Los huesos de los niños fueron devueltos a Qunu, donde restan actualmente.


Algunos han sugerido que Mandla sólo deseaba proteger los huesos de su abuelo de cualquier persona con malas intenciones, y de los usos que algunos les podrían llegar a dar con fines mágicos; otros, argumentando de un modo más cínico sobre sus objetivos reales, han visto las finalidades lucrativas que se esconden en ambos lados de la familia al convertir la tumba de Mandela en una atracción turística. Mientras sus descendientes se peleaban sobre el futuro de los huesos de Mandela cuando este muriera, el propio Mandela yacía en un hospital en un estado de animación suspendida, probablemente en coma y mantenido en vida de manera artificial. Ahora que ha fallecido realmente, una sensación de malestar se mantiene al pensar en dónde y cómo la memoria del 'Tata', el padre de la Patria, descansará y lo que significará para las generaciones futuras.


La muerte en vida de los últimos meses de Mandela es un reflejo de un legado que nace ya muerto y que viene precedido por el colapso de su salud y el posterior vencimiento de su vida a lo largo de veinte años. La post-presidencia de Mandela vio el surgimiento de una descomunal caricatura de él mismo que iba más allá de la vida real. Una caricatura que, de un modo u otro, se las ha apañado para mostrar una imagen menor y distorsionada tanto a nivel de compromiso revolucionario y político, como en mostrar una apolítica, a veces comercial, valorización de los fracasos de una larga transición hacia una democracia que nunca llegaba a ser liberadora.


Los lectores en los Estados Unidos estarán familiarizados con el fenómeno de un gran héroe a favor de los derechos humanos, que lucha contra la segregación racial y el apartheid, que se acaba convirtiendo en un poderoso símbolo para los portavoces de la derecha en lo que antropológicamente se conoce como "racismo daltónico". El Día de Martin Luther King, no solamente no fue marcado como fiesta nacional hasta el año 2000, sino que se celebra a día de hoy conjuntamente con el Día de los Héroes Confederados en Texas. Celebrar el Día de Martin Luther King se convierte así, en una oportunidad anual para los conservadores entendidos/expertos para cargar contra la discriminación positiva y las medidas positivas usando "el contenido del carácter" de King en la línea del discurso de "I Have a Dream", una línea que se ha vuelto omnipresente.


Menos recordado es el hecho de que King fue martirizado mientras apoyaba la huelga de los recolectores de basura de Memphis, sus contundentes afirmaciones al considerar los Estados Unidos como el "máximo generador de violencia" del mundo actualmente, su ferviente oposición a la guerra de Vietnam, o de su sueño incumplido para recaudar apoyo en su "Campaña de la Gente Pobre". Indudablemente, King hubiera estado en contra de los usos y abusos que se han hecho de su legado, y si todavía viviera, estaría llamando la atención sobre los antagonismos continuos y asimétricos de la vida estadounidense, que van desde la guerra de los drones hasta las cada vez más radicales y crecientes disparidades en la riqueza, pasando por la discriminación en las viviendas y por la increíble y masiva desigualdad en lo que a los ingresos se refiere. En cambio, los malos usos del legado de King, sirven como distracción y excusa para todo lo que quedó sin resolverse tras su muerte.


De un modo trágico, podemos afirmar que Nelson Mandela ha ejercido un rol similar a nivel simbólico en las políticas Sudafricanas -y del mundo entero- estando todavía vivo, y que quizás, se ha cultivado una imagen que seguirá funcionando de este modo. Mandela es universalmente amado en una nación, y en un mundo profundamente segregado por culpa del racismo. Como en el caso del 'Día Martin Luther King'/'Día de los Héroes Confederados' en Texas, a Mandela se lo celebra conjuntamente en dos formas totalmente irreconciliables. Por un lado, para la mayoría de los pobres racialmente marginados de Sudáfrica, Mandela debe ser recordado como un hombre que luchó por la libertad, fundando el Umkhonto we Sizwe, el brazo armado del Congreso Nacional Africano (ANC), y que sacrificó 27 años de su vida cumpliendo condena en la prisión de Robben Island. Se lo adora por su salida de las puertas de prisión simbolizando individualmente las posibilidades de liberación nacionales, y por su único mandato, democráticamente elegido por primera vez, como primer presidente de una nueva "Rainbow Nation".


Pero por otro lado, para muchos de los blancos sudafricanos y para la élite mundial en general, Nelson Mandela es un símbolo vacío de unas todavía más vacías política de armonía racial - y, a fin de mantener esta construcción del significado de Mandela, los hechos de su vida son torcidos con frecuencia. Aunque siendo uno de los muchos que se sacrificaron por una lucha definida por la noción de Ubuntu (humanidad colectiva), la historia de Mandela se ha contado desde un prisma individualista principalmente. Su ascenso de niño vaquero en el Transkei a destacada figura a nivel global, se ha transformado en un cuento con un atractivo más especial para los oradores que buscan una motivación en busca de la utilidad que para las generaciones de luchadores por la libertad del futuro. Esto ha sucedido, sobretodo, porqué así es como Mandela articuló su discurso en su propia autobiografía 'Long Walk To Freedom', pero la distorsión ha acabado tomando vida propia. Teniendo a Mandela dentro de la lista de vigilancia de terrorista elaborada por el gobierno de los Estados Unidos hasta el año 2008, el tema de la violencia política en la historia de Mandela ha sido tan obviada y olvidada hasta el punto de que, cuando Mandela murió, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu habló de Mandela como "un hombre de visión, un luchador por la libertad que rechaza a todas voces la violencia", ignorando de manera grandiosa los paralelismos evidentes que existen entre el apartheid sudafricano y la ocupación de Israel sobre Palestina.


Tanto el papel histórico de Mandela en la transición de Sudáfrica hacia la democracia, como su propia gestión de su legado, han allanado el terreno para que se hagan tratamientos vacuos de su vida. A pesar del vacío que se ha hecho sobre sus tres décadas en prisión, y de las afirmaciones que se hacen constantemente sobre la grandeza de su carácter personal, no son ni sus habilidades retóricas, ni su perspicacia política los elementos por los que ha sido recordado. Si fuera así, el eterno presidente de Zimbawue Robert Mugabe, que también pasó sus años en prisión como preso político y cautivó al público internacional a principios de los años ochenta, sería visto como un icono global y no como el paria internacional que es considerado en la actualidad.


En cambio, el aspecto importante del legado de Mandela es el que tiene que ver con su vena de negociador y con el de ser el símbolo viviente de la Reconciliación. Mandela es un símbolo de la unidad en un país donde la unidad se mantiene casi totalmente inexistente. Su muerte cambiará bien poco acerca de este papel simbólico, excepto tal vez para aumentar las posibilidades de fabricación de un relato de Mandela que sea cada vez más útil para la élite gobernante. La imagen canónica del amante de la paz y unificador de la nación que es Mandela, es representada y recordada dentro de la memoria colectiva gracias al momento en que Mandela aceptó el premio Nobel de la Paz de las manos del ejecutivo del apartheid F.W. DeKlerk; para Hoolywood, en cambio, es el momento en que Mandela se puso un Jersey de Springbok y se acercó a la mayoría de racistas aficionados blancos del equipo de rugby de la nación, lo que quedará grabado en sus retinas gracias a la película Invictus.


La grandeza de estos momentos de reconciliación sigue siendo cuestionada por un número considerable de los camaradas de lucha del movimiento anti-apartheid de la generación de Mandela, y por una gran cantidad de miembros más jóvenes de la Born Free Generation que quedan excluidos económica y socialmente por su marginalidad. Su crítica ex mujer, Winnie Mandela, ha visto el momento en que recibió el premio de la Paz como una de las mayores traiciones. En las representaciones populares de este compromiso histórico, a menudo no se explicita que la única apuesta de Mandela era el poder social y económico de un movimiento masivo de gente nacido de las huelgas en Durban en 1973, el auge estudiantil tres años más tarde, y el consecuente ascenso del Black Consciousness Movement (Movimiento de Conciencia Negra) de Steve Biko. Como tampoco se ha revelado hasta hace poco que las negociaciones fueron un asunto oculto y secreto, incluso para los miembros líderes de la ANC y el Umkhonto We Sizwe.


El acuerdo que se negoció en nombre de muchos otros que sufrieron y se sacrificaron era esencialmente el siguiente: a cambio de 'una persona, un voto', tanto la riqueza acumulada de los gobernantes del apartheid de Sudáfrica como la de los inversores globales se mantendría intacta, al igual que las normas y las condiciones de acumulación futura. No redistribución, no a la reforma agraria, y en lugar de una revisión general del sistema capitalista, el gobierno del ANC, en coalición con el Partido Comunista Sudafricano (SACP) (una organización que ha reclamado a posteriori a Mandela como Miembro) y el Congreso de Sur Sindicatos africanos (COSATU) trataría de establecer una "revolución nacional democrática". Todo esto se decidió antes de que ningún sudafricano pusiera un pie dentro de una cabina de votación hasta 1994. Bajo los términos de este acuerdo fueron formadas y fundamentalmente limitadas las batallas posteriores sobre las políticas de vivienda, salud y economía de los presidentes Thabo Mbeki y Jacob Zuma.


Pero este pacto - y su hegemonía simbólica- bajo la forma de la ascensión de la imagen de Hollywood de Nelson Mandela como Morgan Freeman ha encontrado recientemente algunos baches en el camino. Mientras Mandela desapareció de la vida pública en agosto de 2012, la policía nacional se embarcó en la matanza premeditada de 34 mineros en huelga en Marikana. Durante el año en que Mandela estaba mantenido en vida de manera artificial y los buitres lo rodeaban en busca de las recompensas de sus huesos, el asesino de Marikana, Cyril Ramaphosa ha completado una trayectoria ascendente que va desde líder de la lucha de la Unión Nacional de Mineros (NUM), pasando por miembro directivo de la gigantesca minera Lonmin, hasta, en la actualidad, la Vicepresidencia de la ANC. Las consecuencias de la transición negociada de Mandela se han establecido como una pila de cuerpos desnudos al pie de una pequeña colina con balas, literalmente, en sus espaldas.


La conmoción de este momento transcendental en la historia de Sudáfrica sigue siendo poco clara. NUM, la viga de soporte central de COSATU, en sí la base popular de la alianza del gobierno, ha sido destituida como representante industrial de los mineros de Sudáfrica, que en los años transcurridos desde el fin del apartheid han pasado de vivir en los odiados albergues de los campos de mineros que parecían cárceles, a vivir en asentamientos informales, peligrosos y degradados alrededor de las minas. Es probable que el primer partido político con una oportunidad viable de desafiar el gobierno en tripartito haya aparecido, liderado por el antiguo líder de la Liga Joven de la ANC Julius Malema. Los luchadores por la libertad económica (EFF) de Malema, gozan de una gran aceptación juvenil enraizada en la petición de nacionalizar las minas.


El ingenio, humor y destreza política de Malema recuerdan el carisma del joven "black-and- white-news-reel" (el telediario en blanco y negro) Mandela, cuya sonrisa y retórica valiente inspiraron toda una generación. En aquel entonces, jóvenes luchadores por la libertad apuntaban no solamente por el voto y el final de los vestigios formales del colonialismo sobre el continente africano, sino que previeron una nación sudafricana que podría ser "para todo aquél que viviera en ella", un objetivo conservado en los derechos políticos y económicos enumerados en la Carta de Libertad, aunque por desgracia permanece incumplido. La juventud de hoy, todavía decepcionada, puede conformarse con algo menos en nombre de la esperanza.


Fiel al viejo dicho acerca de la tragedia y la farsa, y a pesar de su enunciada lealtad al legado de Thomas Sankara (parecido a un monje), Malema es quizás el heredero real de las tensiones del legado de Mandela. En lugar de disfrazar las contradicciones con un carácter complejo y una heroica evolución personal, las inconsistencias de Malema son simultáneas y transparentes para que todos las veamos. Su lealtad a la riqueza personal y su compromiso con los principios fundamentales de la acumulación capitalista son los accesorios que lleva en su manga mientras reclama democracia económica. Son accesorios que no parecen ir en detrimento de - y probablemente realzan - su atractivo populista a la generación joven y amargada por el exilio económico, que aún aspira a la parafernalia consumista del 'éxito'. Para ellos, tal vez, tal hipocresía abierta sea un paso adelante en el 'largo camino' de la libertad en un panorama político en el que el nuevo no-racismo se parece mucho más al viejo racismo, y donde los símbolos han sido substituidos por un cambio sustantivo.


KATE DOYLE GRIFFITHS-DINGANI ESTÁ DOCTORÁNDOSE EN ANTROPOLOGÍA EN EL CUNY GRADUATE CENTER Y ES MIEMBRO DE LAORGANIZACIÓN SOLIDARITY DE EE UU


Sin lugar a dudas, lo que estoy a punto de escribir va a hacerme impopular entre algunos lectores, aunque solo sea porque considerarán que lo que sigue sobre Nelson Mandela es una falta de respeto. No lo es.


Así que permítanme que empiece por reconocer el enorme logro de Mandela al ayudar a derrocar el Apartheid surafricano, y que quede claro mi enorme respeto por los grandes sacrificios personales que hizo, incluidos los muchos años que perdió encerrado a causa de la lucha por liberar a su gente. Estas son cosas imposibles de olvidar o de ignorar cuando se valora la vida de alguien.
Sin embargo, es importante pararse un momento ante este clamor general por su legado - sobre todo por parte de personas que nunca han mostrado ni una mínima parte de la integridad del líder africano- para considerar una lección que la mayoría de los observadores prefieren ignorar.


Tal vez, la mejor manera para llegar a dónde quiero ir es aludir a un mock memo escrito en 2001 por Arjan el-Fassed, de Nelson Mandela al columnista del The New York Times, Thomas Friedman. Es una maravillosa, humana denuncia de la hipocresía de Friedman, así como una petición de justicia para los palestinos que Mandela debería haber escrito.


Al cabo de poco tiempo, la memoria se difundió online, prácticamente arrancado de la fecha de cierre de el-Fassed. Muchas personas, incluyendo a unos cuantos periodistas profesionales, asumieron que había sido escrito por Mandela y lo publicaron como si así fuera. Parecía que querían creer que Mandela había escrito algo tan moralmente perspicaz como eso sobre otro sistema de Apartheid, uno que era prácticamente igual a aquel impuesto durante décadas sobre los negros surafricanos.


No obstante, la verdad es que no fue escrito por Mandela, y sus colaboradores incluso llegaron a amenazar al autor con tomar acciones legales.


Mandela pasó la mayoría de su vida adulta tratado como si fuera un "terrorista". Había que pagar un precio por su largo camino hacia la libertad, y por el final del sistema de división racial en Suráfrica. Mandela fue rehabilitado como un "venerable hombre de estado" a cambio de que Suráfrica fuera rápidamente transformada en un avanzadilla del neoliberalismo, dando prioridad a la clase de apartheid económico que ahora la mayoría de nosotros, en Occidente, estamos recibiendo en fuertes dosis.


Desde mi punto de vista, Mandela sufrió una tragedia doble en sus años tras la cárcel.


En primer lugar, se le reinventó como un icono de manos limpias, del tipo del que otros líderes pudieran apropiarse para legitimar sus propias demandas de integridad y superioridad moral, como los mascarones de proa del "occidente democrático". Así, después de que finalmente fuese admitido en el "club" occidental, el líder podía ser regularmente exhibido como prueba de las credenciales democráticas del club y de su sensibilidad ética.


En segundo lugar, y más trágico si cabe, el mismo estatus de icono se convirtió en una trampa que le obligaba a actuar como el "responsable" venerable hombre de estado, cuidadoso con lo que decía y con las causas con las que se comprometía. Se le obligó a convertirse en una especie de Lady Di, alguien a quien pudiéramos amar porque raramente decía nada que amenazase los intereses de la élite corporativa que dirige el planeta.


Es una señal de que Mandela tuvo que enfrentarse al hecho de que el hombre que había luchado tan duro y durante tanto tiempo contra el brutal régimen de apartheid estaba, ahora, absolutamente derrotado en el momento de llegar al poder en Suráfrica. Eso fue porque él ya no estaba luchando contra un régimen inmoral, sino contra el orden existente, un sistema corporativo global de poder al que resultaba imposible enfrentarse solo.


Es por esa razón, más que simplemente por llevar la contraria, que saco a colación estos fallos. Es más, no eran los fallos de Mandela, sino los nuestros; porque -y creo que Mandela se daba perfecta cuenta- uno no puede liderar una revolución cuando no tiene seguidores.


Hemos hecho la vista gorda durante demasiado tiempo al robo y al pillaje en nuestro planeta, así como a la erosión de nuestros derechos democráticos, prefiriendo abrir los ojos solo ante el lanzamiento del nuevo iPad o smartphone.
El derroche de pena de nuestros líderes por la pérdida de Mandela ha ayudado a alimentar nuestra ceguera. Nuestra voluntad de suspender la ira esta semana, de escuchar con respeto a aquellos líderes que obligaron a Mandela a pasar de ser un combatiente a un hombre respetable, nos mantiene dormidos. La próxima semana habrá otra razón para que no luchemos por nuestros derechos y por los derechos de nuestros nietos a una vida decente y a un planeta sostenible. Siempre habrá una razón para adorar a aquellos que no tienen ningún poder real, pero que están ahí para distraernos de lo que realmente importa.


Nadie, ni tan solo Mandela, puede cambiar las cosas solo. No hay mesías en camino, pero sí hay muchos falsos dioses diseñados para mantenernos a raya, divididos y débiles.


JONATHAN COOK ES UN RECONOCIDO Y PREMIADO PERIODISTA BRITÁNICO QUE VIVE EN NAZARETH, ISRAEL, DESDE EL 2002

MANDELA: LA REVOLUCIÓN INCOMPLETA


La muerte de Nelson Mandela es aprovechada por decenas de jefes de Estado para exhibirse como líderes y estadistas. El protocolo diplomático es desplegado en todo su esplendor, rodeando a mediocres y absurdos personajes de un manto protector que les hace verse como jefes y dirigentes respetados. La exaltación de la figura de Mandela como el prócer de la libertad les hace sentir más cerca de una legitimidad que no tienen. Pero un análisis más objetivo del legado de Mandela permite comprender por qué el homenaje a Mandela es tan explotado por las clases gobernantes de todo el mundo.


Mandela en efecto se convirtió en el símbolo de la lucha en contra del régimen racista de Pretoria durante décadas. Y lo que pudo lograr el partido del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) debe ser valorado y elogiado. Pero eso no debe impedir el análisis crítico de los alcances y limitaciones de su lucha.


Cuando se estableció la Unión de Sudáfrica en 1910 la segregación racial no era concebida como estrategia de organización nacional, pero la minoría blanca era la única que gozaba de todo tipo de libertades y la población negra estaba impedida de ocupar escaños en el parlamento. En 1913 una ley impidió a los negros en la mayor parte del territorio nacional comprar tierras fuera de áreas especialmente designadas para ellos. Otra ley en 1923 introdujo diversos mecanismos de segregación racial a nivel domiciliario y representó el antecedente más claro del apartheid. El régimen de apartheid se estableció formalmente en Sudáfrica en 1948, año en que el Partido Nacional Unificado ganó las elecciones con una plataforma de políticas de segregación racial. Por supuesto, la segregación se acompañó siempre de una fuerte discriminación económica y el acceso de la población negra a ciertas actividades económicas y a la propiedad de la tierra se mantuvo severamente regulada. La población negra no se mantuvo pasiva frente a la opresión. El ANC, fundado en 1923, se mantuvo en contacto con las clases trabajadoras y en su trabajo político la emancipación racial estaba íntimamente ligada a la liberación económica.


El apartheid se consolidó al finalizar la segunda guerra mundial y desde entonces fue un sistema de administración de la mano de obra en el capitalismo sudafricano. Pero el régimen de Pretoria dio media vuelta en los años 80 cuando se percató que el apartheid se había convertido en un sistema disfuncional porque chocaba con los requerimientos de libertad de movimiento de la fuerza de trabajo. Para entonces el ANC ya había demostrado con sus movilizaciones y amplia base popular que tendría que ser el interlocutor de la minoría blanca. Nelson Mandela cumplía 27 años en prisión y sería la cabeza para iniciar negociaciones sobre la transición.


El fin del régimen de apartheid y el paso a un sistema de "una persona, un voto" fue sin duda una gran victoria. Permitió el acceso al poder del ANC y de Nelson Mandela a la presidencia en las elecciones de 1994. Pero no cambió la injusta distribución de la tierra, las minas, la industria, el sistema bancario y financiero, así como las telecomunicaciones. Todo quedó en manos de la minoría blanca. A la fecha, el 87 por ciento de la tierra en Sudáfrica está en manos de blancos, mientras que los recursos del subsuelo están bajo el control de empresas trasnacionales.


Los términos de la negociación entre el ANC y la minoría blanca dejaron a la minoría que se había beneficiado de seis décadas de apartheid (y 200 años de colonialismo) en posesión de todos los activos de Sudáfrica. La mayoría negra no tuvo derecho a ningún tipo de indemnización por los estragos del sistema odioso de la discriminación y la segregación racial. Los enormes méritos de Mandela no pueden olvidarse, pero es crucial colocarlos en perspectiva: las nacionalizaciones y las indemnizaciones fueron relegadas a un segundo plano al iniciarse la transición y a la postre fueron abandonadas.


Los años entre 1990 y 1994 son testigo del proceso de negociaciones en el que el ANC y los sindicatos sudafricanos que le acompañaron tuvieron que escoger entre mantener el status quo económico y conformarse con la democracia electoral o buscar un cambio más significativo en las relaciones económicas. Las nacionalizaciones y la indemnización estaban planteadas en la Carta por la Libertad que el ANC había adoptado en 1955. Pero Mandela y sus colegas del ANC decidieron optar por una transición fácil en la que el orden patrimonial se mantuviera inalterado.


Por eso se puede afirmar que el legado de Mandela es no sólo el final del apartheid sin derramamiento de sangre. También lo es la desigualdad, el desempleo y la miseria para una parte creciente de la población en Sudáfrica. La llegada del neoliberalismo ha consolidado el régimen de explotación y para la mayoría de la población las condiciones materiales de vida hoy son peores que las que había con el apartheid. La herencia de la figura entrañable del prisionero de Robben Island es la revolución incompleta.


viernes, 29 de noviembre de 2013

NAVEGACIONES-NOVIEMBRE-29-11-13

EL VIOLÍN DE MÁXIMO

AUTOR: RODRIGO NÚÑEZ CARVALLO

1.-VAMOS A VER A MÁXIMO DAMIÁN, me dijo Lucy aquella noche de fiestas patrias, me he citado con él en El Agustino. Atravesamos toda la ciudad en el taunus verde de mi amiga y perdimos la brújula llegando al hospital de Bravo Chico. Era una noche cerrada y mortecina. Las calles polvorientas no llevaban a ninguna parte, los pocos postes apenas si alumbraban. Se me volteó el burro, exclamó Lucy ente risas y nervios. ¿Y ahora qué hacemos? La verdad es que no sé dónde estamos, repliqué. Yo tampoco. Pero felizmente mi amiga tenía un fino oído. Sacó media cabeza por la ventana justo cuando la garúa era sacudida por el rumor lejano de un violín.


Por allá, dijo Lucy señalando con el dedo el infinito,  y comenzamos a seguir las vibraciones de las cuerdas hasta dar finalmente con el centro social Andamarca donde una fiesta se extinguía. ¿Y Máximo? Máximo estaba exultante en una esquina tocando como un alucinado. La gente no se terminaba de ir para escucharlo. Al vernos interrumpió el huayno y guardó el instrumento en su estuche negro. Vamos pues a seguir tocando, nos dijo con su divina humildad y se subió al carro. En el camino comenzó a interpretar El carnaval de Tambobamba. Esta canción cómo le gustaba al señor José María, sentenció. Volvió a empuñar el violín y lo apoyó entre el cuello y el mentón.


Al rato Máximo interrumpió la canción. Yo comencé a tocar bien chiquillo, así viendo nomás he aprendido de mi papá. Me sentaba a su lado en las fiestas y veía cómo colocaba el arco y pulseaba las cuerdas con los dedos. Pero no me lo emprestaba. El violín solo sirve para borracherías, me decía. Pucha, que la tentación era grande. A veces me lo robaba y me iba por los campos en lugar de ir a la escuela. Yo tocaba nomás, escuchaba las cascadas, las voces de los pajaritos, los riachuelos cuando bajan entre piedras, los moscardones, del viento su sonido cuando va a venir la lluvia o el granizo. Tocaba de oído y de ver. Otras veces me escondía en el corral de los chanchos y ellos se ponían contentos con mi música. Un día mi papá se enfermó para la celebración de San Isidro Labrador. No hay fiesta entonces en San Diego de Ishua, dijeron todos apenados en el pueblo. Yo voy, papá. Que vas a ir si no sabes tocar. Fui corriendo y saqué su violín que colgaba en la pared. En su cuarto toqué y mi padre se puso a llorar. Vas a ir a tocar pero me traerás el dinero, me dijo. Desde ese día me llamaban para ir a todos los pueblos. Hasta Chipao he llegado. Nadie creía que un chico de apenas doce años dominara el violín. Tocando y tocando me amanecía.

 El ruido de los cláxones de los carros se confundía con los agudos del violín  en una sinfonía atronadora, perfecta, un contrapunto de cordillera y motor, como si el arco atravesará el metal y se fundiera en un solo acorde con la puna. Máximo Damián siguió arremetiendo el arco de crines contra las cuerdas de tripa. En la puerta de mi casa nos esperaban Mirella y un grupo de otros amigos. ¿Y dónde es la juerga, preguntaron? Yo iba a ofrecer mi casa pero Mirella me ganó por puesta de mano. Vamos al restaurante de mi vieja, invitó. Allí podemos seguirla. Nos subimos todos al viejo taunus y llegamos justo cuando la mamá y el mozo cerraban La Pinta. Esperamos que las sombras se esfumaran y Mirella abrió subrepticiamente los candados. Luego, empujó la portezuela metálica y prendió la llave de luces. Música maestro, pidió Lucy. Máximo comenzó a tocar pero el sonido quedó suspendido. ¿Todo es gratis nomás, señorita Mirella? preguntó con picardía al ver el bar tapizado de finos licores. Claro, Máximo. Sírvete lo que quieras. Máximo miraba con deleite la estantería detrás de la barra. Tomó un vaso y se sirvió un whiski en las rocas.

Toda la maquinaria del restaurante se echó a andar. Los pollos se revolvían en los hornos circulares, la cerveza salía helada y espumosa de los barriles, y las freidoras crepitaban con la humedad de las papas. Máximo, tócate música de los danzantes de tijeras, pidió Lucy que estaba haciendo su tesis de antropología. Pero de noche solamente se puede tocar en tono menor, advirtió el violinista. Es costumbre esa. Cuéntame Máximo ¿Qué te decía Arguedas de la danza de tijeras, del atipanacuy? Originalmente era baile de pastores, que le dedicaban ofrenda a los cerros wamanis para hacer crecer sus rebaños. Tusuq layqa llamaban a los bailarines principales que se comunicaban con los espíritus de la montaña, con los apus y las huacas. Señor Arguedas había investigado. Pero cuando llegaron los españoles dijeron que esa música era propia de diablos, de supaypawawan. Desde entonces los llamaban a los bailarines supay huapasi tusak: el danzante en la casa del diablo. Espérame, Máximo. Lucy hizo el ademán de sacar algo de su cartera y prendió su grabadora. Sigue hablando, por favor.

El señor Arguedas me ha contado también que antiguamente no se usaba arpa ni violín sino pinkuyo, tinya, raurara que es como trompeta, y la saqsaqa que es una sonaja de calabaza. También se utilizaba el kawka, que parecía violín pero tenía una sola cuerda. Dicen que los músicos del Ande se encantaron cuando vieron los violines y arpas de los españoles. Más notas y melodías se podía sacar. A su propia música le añadieron leves ritmos de contradanza, de minuet y de jota. Incluso Arguedas me hizo oír discos. Algo de parecido tienen.

2.-LA SONADA DE LAS TIJERAS


Un día se me escaparon los ganados por tocar el violín y se comieron toda la chacra de mis vecinos. Denuncia me han puesto entonces,  y mi mamá molesta andaba. Por tu culpa nos van a meter a la cárcel, me decía. Escápate mejor Máximo, me pidió mi papá. Ándate con tu tío a Lima. Dos días caminamos hasta Puquio y de allí fuimos en camión hasta Nazca. Era verano. Calor hacía y yo con pantalón de lana y poncho, sudando, sudando he visto el mar por primera vez.


Al principio no me gustaba la capital. Extrañaba a mis hermanos, a mi mamá, a mis animalitos, la choza de piedra que me hice para cuidar mi ganado y tocar el violín. Más triste me puse cuando mi tío me dejó en una casa desconocida y se fue. Cómo he llorado, con pena andaba. Felizmente buena gente me tocó mi patrón. Habla, me decía, me gusta cómo hablas tu quechua. No sabía casi castellano. Su mujer sí que era bien bruja. Me rezondraba con rabia porque decía que todo lo hacía mal. Lavaba la ropa en el wáter, hacía pichi en la ducha. Que culpa voy a tener si no había visto nunca baño.


Poco a poco conocí otros paisanos. Con ellos salíamos los domingos, a pasear y conocer. Un día caminando por la plaza Bolognesi vi que vendían un violín. Me quedé mirándolo rato largo. A la semana siguiente me empresté plata para comprarlo y así jugando nomas he sorprendido a mis paisanos. Tocas regular me dijeron ellos. Deberías ir al coliseo nacional de El Porvenir, allí en avenida 28 de julio. Practiqué toda la semana hasta tarde. Qué músicas tan raras, dijo mi patrona. Tú que vas a saber cómo se toca el violín en mi tierra. El domingo siguiente me fui al Coliseo, me puse en la cola de los artistas y esperé. Así nervioso me presenté pero me ha recibido bien la gente.


Cuando terminé se me acercó un señor y me pidió mi dirección. Al día siguiente, lunes era, se apareció otro señor en la entrada del corralón donde yo vivía. Los chiquillos fueron a llamarme a mi puerta: Te busca un señor blancón y con bigote. Quién será pues, dije, cuando salí a la calle. El señor me saludó en quechua. ¿Iman sutiki, papay? le pregunté. Me llamo José María Arguedas, y me dedico a la antropología y a escribir libros. Ven conmigo, trae tu violín. Vamos que te voy a hacer presentación en público. Ese mismo día me llevo a un mercado artesanal en el centro de Lima. Desde allí siempre me buscaba para ir a fiestas costumbristas. Así pasando el tiempo un día me dijo: Desde hoy vamos a ser amigos.  De acuerdo, dije, somos como familia. Por eso buenos amigos hemos sido, bien nos hemos querido. Hasta he llevado a mi papá y mi mamá a su casa cuando me invitaba a almorzar.


3.- PATARA O PASTA.

Mirella no terminaba de atendernos. Salían más pollos a la brasa y los vasos se llenaban prontamente. Máximo comía y tomaba y luego regresaba a su violín. Por momentos parecía pensar y recordar. Un día el señor José María me dijo: “Acompáñame, Máximo. Tú debes saber del atipanakuy, de los danzantes de tijeras, de los tusuq laykas, de los supay huapasi tusak. Tú debes conocer a ellos y los sitios donde todavía se conserva esa danza”. Algunos conozco pues. De niño he acompañado a varios danzantes de tijera. Ellos bailaban a escondidas cerca a la laguna de Sapancocha.


Fuimos entonces para el Yacu Raymi, para la fiesta del agua en Puquio. Como quince días estuvimos por allá. En el ómnibus cuando íbamos el doctor Arguedas así con tristeza miraba por la ventana. ¿Por qué tan contrariado estás? le pregunté cuando llegamos al hotel de Puquio. “Te cuento en secreto, Máximo. Me he enamorado de una maestra”. ¿Y tu señora? “No sabe nada pero voy a tener que decirle. Pobre Celia, después de lo buena que ha sido y de todo lo que me ha ayudado. Desde hace un año invento visitas de campo y me quedo semanas enteras en el Valle del Mantaro. Vilma Ponce se llama, vive cerca de Concepción”. ¿Y la quieres? “No sé bien, pero me siento bien con ella. He vuelto a ser joven y con fuerzas y mi enfermedad nerviosa ha desaparecido. Estoy terminando una nueva novela que había abandonado hace tiempo y ya no sufro insomnio”. Luego sorprendido me he quedado. “Creo que voy a ser papá”, anunció de repente. En la cantina de Puquio hemos celebrado. Por su hijo y por su novela Los ríos profundos que estaba terminando. 

En Puquio nos encontramos con los preparativos del Sequía Tusuy, que en verdad esAcequia Tusuy, me explicó Señor Arguedas. Así llaman en ese pueblo a la fiesta del agua, al Yacu Raymi. En esos momentos los danzantes y músicos visitaban las casas de loscargontes o mayordomos y luego se reunían en las esquinas en pequeñas competencias de destreza que llaman atipanakuy. Las calles ya estaban llenas de comparsas. Losllamichus que visten con piel de llama alegraban a la multitud con burlas y chistes y cuidaban la fiesta para evitar desmanes. Los nakaj o negritos, símbolo de los españoles eran objeto de abucheos y de insultos.

Arguedas conversaba en quechua con la gente, como si uno más fuera. Sencillo era. Con modestia iba preguntando quién era el hombre más sabio de todos los ayllus de Puquio. Don Mateo Garriazo, le dijo un cargonte. Vamos a buscarlo, me pidió Arguedas. Con él se hizo invitar a la bendición de la acequia principal, y a la peregrinación de los aukis o ancianos al nevado Pedro Orqo, el dios protector de los ayllus de Puquio.

Con los aukis fuimos a traer el agua nueva y hacer el pagapu al Pedro Orqo. Allí hemos dormido en la cumbre abrazados a una gran piedra y solo envueltos con nuestros ponchos. Aquella vez sacrificaron una llama y regaron los campos con su sangre y la arrojaron a los puquios y canales. En su descenso los aukis limpiaron los acueductos e hicieron rituales secretos. Señor José María iba cantando y tomando con don Mateo Garriazo, conversando, de igual a igual.

En el hotel de Puquio señor José Maria me ha pedido que lo ayude a cargar una maleta. Pucha que pesaba, y la hemos trasladado hasta el barrio de Chaupi. Luego sacó de la maleta un maquina rara. Es una grabadora de cinta, aseguró. Magia parecía la voz que se metía en ese aparato y luego salía igualita. Le haré una entrevista en quechua a don Mateo Garriazo.


Diosninchikqa separawmi, dice Mateo Garriazo. Nuestro dios (el católico) es separado. El es el primer Dios, está por encima de todos los demás. Don Mateo se quita el sombrero cada vez que pronuncia su nombre. ¿Y el wamani, el cerro es dios? Los wamanis fueron creados por Inkarri, que es nuestro segundo dios. ¿El inkarri vive aún? A él lo han enterrado en el Cusco, dicen. Desde la cabeza está creciendo hacia adentro: dicen que están creciendo hacia los pies. ¿Entonces volverá Inkarri? Sí, cuando se complete su cuerpo. No ha regresado hasta ahora. Ha de volver seguro si Dios da su consentimiento. Pero no sabemos si él ha de convenir en que vuelva.


No nos hemos podido quedar para el atipanakuy de Puquio porque en Andamarca me han contratado como violinista y como fiestas son casi al mismo tiempo hemos partido rápido. Difícil fue transportarnos. Solo conseguimos pasaje en el techo de un camioncito llamado Picaflor Andino, todavía me acuerdo. Atrás dejamos Puquio y la laguna de Yaurihuiri. Allí en el techo del camión señor José María picchaba hoja de coca y andaba pensativo. La brisa de la tarde congelaba. ¿En qué piensas, amigo? En todo lo que nos ha contado don Mateo Garriazo. Es un mito bien importante ese de Inkarrí, aseguró. Hace pocos meses la expedición que fue a la comunidad de Q’ero en Cusco, recogió este mismo relato. Pero este de Puquio está menos contaminado por la mitología inca. Además Puquio y Cusco se encuentran a más de quinientos kilómetros de distancia, por lo que podemos afirmar que la creencia en Inkarrí estuvo muy extendida en todo el mundo quechua.

Inkarrí ha de volver, se repetía. Iba pescando ideas con el viento. Todo el viaje apuntaba en una libretita para no olvidarse. Yo he tocado todo el tiempo mi violín mirando a lo lejos el volcán Qarhuarazo y he recordado viejas melodías. Bien borracho acabé. Despierta Máximo, ya estamos entrando al valle del Sondondo. La gente natural iba a la fiesta delYarja Aspiy por el camino de acémilas. Justo llegamos al Torre bajay de Andamarca. Allí me puse a tocar. Los danzantes se lanzaban de cuerdas desde la torre de la iglesia, hasta un enorme eucalipto y hacían equilibrismo. Pero nunca nadie se ha caído. Saben su oficio.

El pueblo quechua tiene energía que brota de su arte, de su música, de su poesía. No debemos perder eso. Las notas de tu violín son el llamado de los wamanis para restituir aInkarrí en su trono. Por eso Inkarrí volverá, me fue comentando mientras caminábamos por las quebradas hacia Cabana Sur. Ningún carro cruzaba por allí ni había carretera. Luego hemos llegado a Aucará con los pies heridos. Allí en esa casa nació Guamán Poma Ayala, me señaló doctor Arguedas. ¿Y quién es ese señor? le pregunté yo bien ingenuo. Él fue el primer escritor y dibujante indio de principios de la colonia.  Después en su casa de Lima me ha enseñado un libro lleno de dibujos que es como una carta al rey de España contando el sufrimiento de los indios. Todo eso me ha explicado. Allí me enseñó el dibujo de un danzante, como si fuera diablo. Desde entonces los danzaq solo han bailado en secreto.

Luego hemos subido hasta mi pueblo de San Diego de Ishua donde mi papá y mi mamá se han sorprendido. Qué haces acá con el señor José María, me han dicho. Acá no hay lujo, ni camas buenas, ni ricos platos. Solo hay hospitalidad, le dijo mi madre en quechua cuando le servía un tinke, una humeante sopa de papa y queso.

Una noche antes de regresar a Puquio le dije a señor Arguedas: vamos a Sapancocha, a hacer bendecir mi violín en la laguna. Hasta allí llegamos. Lo dejé durmiendo toda una noche en sus orillas para que el espíritu de las aguas le hiciera los sonidos más cristalinos.

4.- CASCABEL

Como no me gustaba trabajar de doméstico me he cambiado y he entrado a una empresa textil pero no me pagaban bien. Llevando telas estaba todo el día, me dolía la espalda de tanto cargar rollos. Ya no tenía fuerzas para tocar el violín cuando llegaba a mi cuarto en la noche. También he renunciado. De un trabajo a otro he ido saltando. Incluso señor José María me ha llevado un día a la radio, casi de madrugada. Tocaba, me conocían, pero también poca paga daban. A veces el señor Arguedas me metía plata al bolsillo. Seguro yo tenía cara de hambre…

Un día he ido a buscarlo al Museo de la Cultura, que quedaba por Alfonso Ugarte. Sí, ese que parece huaca grande pero es de cemento. Nada más llegar me ha dicho para tomar unas cervezas. Allí me contó que le habían llegado cartas anónimas a su casa. Sacó un papel de su bolsillo y me enseñó. “Ese hijo no es tuyo señor”, leyó en un papel. “La Vilma Ponce tiene otro marido”. Arguedas tomó el vaso de cerveza que le ofrecí y le corrieron llantos. Tomando y tomando hemos terminado en una cantina de por la Parada. El cantaba y gemía con su guitarra y yo con violín y lágrimas he acompañado. No sabía que decirle. De quien será el hijo, pues….


Era tarde, vamos a burdel me ha dicho, yo conozco. Así borracho me ha llevado a una casa de putas por el jirón San Pablo, donde ha escogido una morena y se ha encerrado a dormir con ella. Yo de sueño andaba y me he ido. Me he quedado con preocupación. Al día siguiente lo llame por teléfono público. Estaba más tranquilo. Vente a almorzar al museo, me dijo. Te quiero presentar al doctor Josafat Roel. Así que fui. Con él me ha llevado a comer a la Buenamuerte por los Barrios Altos. “Como sabrás Máximo, mi amigo Josafat descubrió en el Cusco la primera versión del mito de Inkarri. Él fue el que entrevistó al informante de Q’ero. Pero Oscar Núñez del Prado que era el jefe de la expedición se ha apropiado de su descubrimiento. Eso no importa, dijo con humildad el doctor Roel. Yo me contento con que el mito no se pierda. Todos conocen cómo es Oscar Núñez del Prado, adujo el doctor Arguedas. “Es hablador y jactancioso. El quiere figuración nada más, y ya sabemos quién lo auspició: el diario La Prensa que solo quiere vender más presumiendo de un falso nacionalismo. Por eso el doctor Rowe quitó a última hora el auspicio de la universidad de Berkeley”. Aprovechador había sido el tal Núñez del Prado.


Después de almorzar volvimos al museo y el señor Jose María le hizo escuchar la grabación. Sí, es el mismo mito, dijo Roel sorprendido. “Inkarrí regresará y juntará su cabeza con sus pies”. A los pocos meses doctor Arguedas y Roel volvieron a Puquio y obtuvieron otras dos versiones del mito de Inkarrí.


Cuando me despedía le pregunté cómo iba del corazón: “Tengo que olvidar a la Vilma. Muy ingenuo he sido. Felizmente tengo a mi señora Celia Bustamante que me ama incondicionalmente. No importa que ya no haya sexo. Siempre tendré su amistad y su compañía”…


Mirella lo miraba hechizada. Mañana mismo me consigo un violín y me enseñas, maestro. Dificil es tocar, notas se sacan al tacto. Yo no sé leer pentagrama pero cualquier melodía puedo sacar de oído. Qué vas a tener paciencia para aprender.


Lucy tomó unas tijeras de la cocina y comenzó a imitar el ritmo de los danzaq. La tijera hembra y la tijera macho repiqueteaban con un sonido alternado, una perseguía el compás de la otra. Pero Máximo mostro cierta reprobación frunciendo el seño: Mujeres no bailan, trae mala suerte. No dances Lucy, eso es cosa de hombres nomás. Dicen que los dioses de la montaña se las llevan para hacerlas sus concubinas, y ya no las regresan. Ay Máximo. Esas son supercherías. Lucy agitó su cabeza cubierta por un gorro de cocina a modo de montera y se puso a bailar en un endiablado frenesí. Simulaba con mucha gracia los pasos menudos y fugaces de los danzantes de tijeras, su andar de puntas. Luego se elevó sobre los tobillos verticales y dio un salto, con las rodillas un tanto flexionadas. Al momento Mirella la siguió y comenzó a imitarla. Alguien encendió velas y se apagaron las luces. Del suelo parecía despertar un fuego entre los pies de las danzantes. Todos aplaudimos. Mirella y Lucy se rieron nerviosas. Estaban tentando al destino.


Ya es la hora del wallpa wajay dijo Máximo, la hora en que canta el gallo. Miré el reloj y eran las tres de la mañana. Nuestro violinista se entregó a una desenfrenada sucesión de sutiles golpes de arco que marcaban el ritmo con raras tonalidades. A los trinos se sucedían extraños stacattos.  

5.- CARAMUZA SIN SOMBRERO

Tiempo después doctor Arguedas ha sido nombrado director de Casa de la Cultura. Buena política ha hecho y no se le han subido los humos. Igual de sencillo ha seguido. Recibía a los artistas, conversaba con nosotros, nos preguntaba qué necesitábamos. Él nos ha dado carnet a todos los músicos del folklore, previa calificación. El mismo señor Roel y un muchacho antropólogo, Hernando Núñez, nos ha entrevistado. Nos reconoció pues. Por eso todos los músicos lo recordamos con cariño al doctor Arguedas. Otro nivel nos ha puesto. Somos artistas de la nación. Pero igual pobres seguimos. Un día fui y le dije: No sé qué hacer, amigo. Enamorado estoy de una chiquilla de mi barrio que canta lindo huayno. Isabel Asto se llama. Pero sin plata en el bolsillo no hay amor, pues. A la semana me mandó llamar. Cuando fui a su oficina tomó el teléfono y habló con un señor. Tengo aquí al mejor violinista de este país, que necesita un trabajo. Tú sabes, la vida del artista es muy difícil. El señor Seminario me citó al día siguiente. Me ha puesto de conserje primero y después ascensorista en el Banco Hipotecario. Bien agradecido me he quedado.


Por aquella época tayta Arguedas viajaba mucho. A Chile siempre se iba. Allí debe haber señoras hermosas, para que vayas tanto, le dije. Sí, me replicó, “he conocido dos mujeres, pero ahora estoy en un dilema, no sé con cuál quedarme. Una es de plata y alta posición, Beatriz se llama. Ella me atiende, me invita, me trata como un rey, pero siento que me quiere tener como si yo fuera un animalito silvestre para mostrar. Pero hace poco conocí en la casa del poeta Pablo Neruda, que se llama la Chascona, a una linda muchacha. Se llama Sybila y tiene 29 años. Para impresionarla tomé una guitarra y canté El carnaval de Tambobamba. Después de cantar me dijo que yo era triste y patético. La verdad es que me gustaron sus palabras, triste y patético”. Arguedas se rió enseñando todos los dientes. “Desde entonces estamos saliendo. Dice que vendrá pronto a Lima. Te la presentaré, Máximo. Es muy simpática”.

Un día en Brisas del Titicaca hemos ido a ver un espectáculo y trayendo me regaló su última novela: Todas las sangres. Era un libro grande, yo he leído por partes nomás porque aprendí tarde el castellano. Feliz debes andar, le dije cuando me firmó el libro. No, no creas, me contestó. “Ni los escritores, ni los antropólogos me comprenden. Un señor llamado Favre me ha dicho que el Perú ya no es como yo lo muestro. Que lo mío es una idealización de los indios… Todos me critican. No sirvo ni como escritor, ni como antropólogo, ni como marido, ni como nada, me dijo. No me llevo bien con mi nueva señora. Sibila es muy joven. Qué me va a querer. Siento que soy un lastre para ella. Ella podría ser más feliz sin mí, con hombres de su edad”.


Al poco tiempo se tomó pastillas en el Museo de Historia de Magdalena. Pero un guachimán lo encontró desmayado en su oficina y lo llevó al hospital. Señor Arguedas se había olvidado de apagar la luz del baño. Seconal dicen ha tomado, con lo mismo que se mató también Marylin Monroe. “No sirvo ni para suicidarme”, me confesó cuando lo fui a visitar en el hospital del Empleado. “Tengo una angustia en el alma que ya no me deja vivir”…


6.- LA AGONÍA O DESPEDIDA FINAL

Por el año 68 me escribió desde La Habana. “Estoy aquí invitado por Casa de las Américas, como jurado de un premio, pero no me siento bien. Percibo que los escritores que hay en esta reunión creen que mi literatura es provinciana porque hablo de danzantes de tijeras, y no de intelectuales en París. Ese Cortázar me ha hecho daño. Hace tres meses que ya no escribo. No sé para qué lo hago, la verdad. Quizás necesitaba una ilusión para seguir viviendo y se me han cortado las alas”.


Qué pena que no hay arpa. Arpa y violín se comprenden bien. El arpa da el ritmo y encima se monta el violín. Máximo tomó su instrumento y ceremoniosamente anunció: Este tema lo compuse yo por propio pedido del señor Arguedas. Él siempre me dijo ponle música a mi cuento La agonía de Rasu-Ñiti. Así que yo me hice leer su cuento varias veces y día tras día fui componiendo algo que yo sentía acá en mi pecho imaginando la muerte de undanzaq. Señor Arguedas era un danzante de las ideas. El tenía la luz del conocimiento que venía de los cerros wamanis y a través de él nuestros dioses se expresaban para no dejar morir el quechua, la música, los bailes, la artesanía, los cuentos y leyendas. También mi amigo Arguedas me contó que de niño había visto la muerte de un danzaq y que lo impresionó mucho ver su despedida al más allá. Eso fue en Lucanas cerca de la hacienda Viseca. Pero en su cuento ha cambiado nombres de danzantes, de violinista, de arpista. Seguro el Lurucha de La agonía era don Mariano el arpista. Y el gran Untu dio vida aRasu-Ñiti, el que pisa la nieve. No quería que se pelearan los músicos de Lucanas por envidias. Voy a tocar ahora la agonía del danzante, la agonía de Rasu-Ñiti:


Una noche yo estaba tocando con doctor Arguedas en su casa de Chosica. Había un patio grande con jardín y allí nos sentamos a conversar mientras la señora Sybila preparaba la comida. En aquella oportunidad mi amigo estaba alegre, contaba chistes, reía, pero de pronto cambió su ánimo: Fuego salía de sus palabras: “Siento que mi vida ha sido en vano”, me dijo cabizbajo. “No puedo concluir mi última novela. Ya sé que no terminaré El zorro de arriba y el zorro de abajo”.


“Creo que Inkarrí no volverá. El derrumbe espiritual de los indios es irremisible, Máximo. La cabeza y los pies nunca más se volverán a reunir. Los jóvenes que van a la ciudad ya no saben nada de Inkarrí. Además, cuando Mateo Garriazo, el informante de Puquio, se quita el sombrero con veneración al pronunciar el nombre del dios católico, ya lo dijo todo. Ese sombrero es muy revelador, Máximo. Inkarrí ha sido derrotado. Es solo una divinidad de segundo orden, un dios decapitado”. No, don José María. El mundo antiguo de los gentiles está vivo en mi violín, en los danzaq, en los huaynos que cantamos… “No Máximo, pura hojarasca nomas es”.


Esa misma noche señor Arguedas me ha dicho: “día jueves voy a ir a tu casa”. Entonces yo mandé hacer sopa de mi pueblo que se llama tinke. No comimos hasta las once de la noche esperando, porque señor Arguedas era bien cumplido. ¿Por qué no vendrá? me preguntaba. Finalmente apagamos la vela y me fui a dormir. En la noche me he soñado. Él entró a mi cuarto con su saco al hombro, se sentó junto a mi cama y me conversó: “Volveré a mi cerro, a los wamanis, volveré a integrarme a la montaña para no sufrir más. Mucho dolor hay en esta vida”. 

El violín se crispó con una mortal violencia. Las cuerdas estallaron en una profunda tristeza. Un lamento agudísimo llenó de dolor el restaurante y por un momento creí adivinar que brotaba sangre del violín y esta corría entre el mástil y el puente como un río púrpura. 


Mi tía tempranito me dijo, anda a comprar pan para el desayuno, Máximo. Salí a la calle y me detuve en un kiosko. Allí en la primera página del diario Correo decía: José María Arguedas se ha suicidado. Con razón no ha venido. Me he ido al hospital corriendo y le pedí a la señora Sybila para verlo. Entonces ya no conocía, ya no hablaba, su corazón nomás latía.


En la biblioteca de Universidad Agraria hemos velado al doctor Arguedas. Después miles de estudiantes, profesores y artistas músicos cargamos sus restos hasta el cementerio El Ángel. Yo he interpretado con mi violín y han danzado los hermanos Chiara. También charango de Jaime Guardia acompañaba, porque así lo ha pedido el finado en su última carta. Mucha desolación había en el camino. La gente lloraba con Coca quintucha y La agonía de Rasu Ñiti. Esta misma canción que están ustedes escuchando ahorita.


Máximo afinó el violín en temple diablo. Bruscamente surgieron notas graves y ásperas, sonidos sin desbastar que levantaron el viento de la muerte. ¿No escuchas? Ahorita oigo el alma del dios que habita en mi violín desde que lo llevé a dormir a la laguna de Sapancocha. Me he convertido en tusuq layqa, dijo Máximo Damián en el ápice de su borrachera. Ese papel me han dado los wamanis de mi pueblo, de San Diego de Ishua.


Las horas se extendieron demasiado sin que nos diéramos cuenta. Dormíamos en la mesa, en las sillas, hasta que una extraña refulgencia que entraba por la teatina nos hizo despertar. Máximo recogió su violín que pendulaba sobre la barra y lo guardó en su estuche. Mirella abrió la reja metálica y nos fue despidiendo. El sol de la calle nos encandilaba. A lo lejos vi a Máximo subir al microbús con su instrumento a cuestas. Una profunda luz que venía del cielo lo acompañó hasta que su figura se fue difuminando.  


7.- EPÍLOGO


Lucy estudió durante años a los danzantes de tijeras y finalmente hizo una tesis de antropología, que fue convertida en libro, con el título de Los danzaq, pese a que sufrió tres aneurismas cerebrales que la pusieron al borde de la muerte. Mirella Stocich se fue a Salónica, de donde su familia era originaria y se casó con un griego. Al poco tiempo me enteré que había fallecido dejando huérfanos a dos pequeños niños.