EL LIBRO AZUL
NOTA INTRODUCTORIA
Hace casi un mes en el Museo de la Nación de Lima, Perú, se llevó a cabo la presentación del LIBRO AZUL BRITÁNICO/ INFORMES DE ROGER CASEMENT Y OTRAS CARTAS SOBRE LAS ATROCIDADES EN EL PUTUMAYO. El acto fue organizado por el CAAAP ( 1) y el IWGIA ( [1]). La traducción correspondió a la antropóloga peruana LUISA ELVIRA BELAUNDE, ausente en el evento por motivos de viaje.
En la presente entrega se consigna la presentación del libro a cargo de FREDERICA BARCLAY. Al final agrego algunas rápidas reflexiones personales sobre la visión de las Amazonía peruana en las novelas de MARIO VARGAS LLOSA y una breve nota sobre JOSÉ MARÍA ARGUEDAS.
La novela “EL SUEÑO DEL CELTA” está relacionada con el tema. También lo está pero con mayor organicidad y perspectiva el libro IMAGINARIO E IMÁGENES DE LA ÉPOCA DEL CAUCHO: LOS SUCESOS DEL PUTUMAYO. CAAAP/IWGIA/UPC, Lima, 2009. Allí ALBERTO CHIRIF y MANUEL CORNEJO CHAPARRO escriben y editan textos de JEAN-PIERRE CHAUMEIL, JUAN ÁLVARO ECHEVERRI y MARÍA EUGENIA YLLIA MIRANDA.
Existe además una película de FEDERICO GARCÍA: “El SOCIO DE DIOS” y una novela suya con el mismo nombre. Es indudable que el caso del Putumayo y la Era del Caucho en su conjunto constituye un atroz capítulo de la ancestral y reiterada HISTORIA DE LA IMPUNIDAD EN EL PERÚ, la misma que obviamente no empieza con el registro que hizo JORGE BASADRE en su libro “SULTANISMO, CORRUPCIÓN Y DEPENDENCIA EN EL PERÚ REPUBLICANO” (1981).
Es sintomático que todos aquellos que ejercieron sevicias innombrables y crímenes contra la humanidad a lo largo de la historia lo hicieron siempre en nombre de Dios.
El caso de ARANA es de una impunidad escalofriante. Sobre su historia y la Era del Caucho existe suficiente material pero se necesitaría una creativa síntesis interpretativa que se sumerja en las dinámicas profundas de las mentalidades y sus fallas ontogénicas que generan instituciones subjetivas complejas como El Mal, nacido-entre otras razones seguramente- del deseo tanático de la ansiedad ególatra por acumular riqueza sin límites y perpetrar genocidios contra la alteridad.
Me he permitido la colocación de algunas Notas de Pie de Página puesto que LISTASTEMATICAS llegan a países donde no necesariamente conocen detalles de algunos de los protagonistas nombrados.
TEXTO DE LA PRESENTACIÓN
Esta publicación es un viejo proyecto de Alberto Chirif ( [3]), quien al menos desde fines de la década de 1980 estuvo empeñado en hacer traducir y publicar esta documentación además de otros materiales que han sido publicados en los últimos años, en Iquitos y Lima. Gracias a este empeño, en el que le ha acompañado en los últimos años Manuel Cornejo del CAAAP, hoy en día los estudiosos y el público disponen de un conjunto de fuentes que permiten conocer de primera mano y sin filtros lo que ocurrió en las cuencas del Putumayo( 5 )a inicios del siglo XX. La obra permite a su vez dar una mirada a una compleja coyuntura política nacional e internacional.
El LIBRO AZUL, que da título a esta publicación, es el informe que el gobierno de Gran Bretaña presentó en 1912 al Parlamento británico, y formalmente al gobierno peruano, sobre “el trato dado a súbditos británicos e indios nativos empleados en la recolección de gomas en la zona del Putumayo”, hace exactamente 100 años.
Entre los documentos que componen esta publicación figura de manera prominente la correspondencia entre Roger Casement (6 ), Cónsul General de Gran Bretaña en Río de Janeiro, y Edward Grey, el entonces Ministro británico de Asuntos Exteriores, en relación al modus operandi de la Peruvian Amazon Co. Esta correspondencia incluye las cartas y telegramas con los informes, interrogatorios y otros anexos recogidos por Casement durante sus dos visitas a Loreto, en 1910 y 1912.
El cónsul Casement, había sido comisionado para estudiar la situación de los súbditos británicos, originarios de Barbados, contratados por la Peruvian Amazon Co., la empresa que el cauchero peruano Julio César Arana ( 7) registró en 1907 en Inglaterra sobre la base de las propiedades de la Casa Arana. Algunas denuncias habían aparecido ese mismo año en la prensa de Iquitos y rebotado en Londres, las que dos años más tarde se convirtieron en un escándalo de grandes proporciones cuando un semanario inglés publicó una serie bajo el título del “Paraíso del diablo”, indicando que el caso guardaba similitudes con los abusos perpetrados en el Congo belga que Gran Bretaña había documentado exhaustivamente.
Estas noticias derivaron en interpelaciones en el parlamento inglés al gobierno británico, que forzaron a éste a llevar a cabo una investigación y ejercer presión sobre el gobierno peruano para remediar la situación. Ello a pesar de que a la fecha ambos gobiernos estaban en los mejores términos tras la firma de un nuevo convenio con la Peruvian Corporation Ltd., la de los ferrocarriles, que solucionaba algunos temas pendientes del Contrato Grace de 1889.
Fue la participación de súbditos británicos como empleados de la empresa “británica” denunciada lo que justificó el viaje de Casement, y son las espeluznantes entrevistas con 30 de estos Barbadenses lo que le permitió confirmar que las denuncias de la prensa no constituían una exageración. En base a sus investigaciones y el estudio de los registros de la empresa Casement estimó que en el Putumayo se exterminó a 30,000 indígenas, principalmente Huitoto, Ocaina y Resígaro. Casement también desnudó los perversos mecanismos con que operaba la Peruvian Amazon Co.
Las investigaciones conducidas por los jueces peruanos Valcárcel y Paredes (8 ) a raíz de la presión externa, confirmaron los hechos en todos sus extremos y ofrecieron evidencias adicionales de crímenes contra la humanidad. Sin embargo, y a pesar de los señalamientos del Juez Paredes, Arana y los principales jefes peruanos lograron evitar la cárcel y éste tuvo tiempo de encargarse de la disolución de la empresa registrada en Londres y de tramitar la recuperación de sus activos, principalmente la posesión de sus propiedades en el Putumayo.
El LIBRO AZUL además contiene la correspondencia diplomática en torno a este tema entre el Ministro de Asuntos Exteriores británico y funcionarios británicos en Lima, Iquitos y Washington y con la Cancillería de los Estados Unidos en torno a los procedimientos adoptados para conseguir que el gobierno peruano, entonces presidido por Augusto B. Leguía, tomara cartas en el asunto.
En esa medida el LIBRO AZUL ofrece también una mirada a un interesante capítulo de la historia diplomática del Perú y de los países de la cuenca Amazónica así como de la economía política de la época.
Justo cuando el cauchero Arana logró el registro de su empresa en Inglaterra se constituía también un sindicato con inversionistas norteamericanos (Hnos. Selleck) sobre la base de unas propiedades otorgadas por el gobierno colombiano a una empresa colombiana, Cano, Coello & Cía. El Putumayo era una zona en disputa entre Colombia y Perú lo que explica que los empresarios caucheros adoptaran en la época la estrategia de asociarse a inversionistas extranjeros y de registrar sus empresas en el exterior en procura de garantías ante eventuales disputas territoriales. A la postre las denuncias de la violencia ejercida contra los indígenas fueron tan tremendas que quien asumió la cerrada defensa de Arana fue solo el gobierno peruano.
A pesar de que el gobierno de Leguía encumbró a Arana como el defensor de la soberanía nacional su accionar nada tenía que ver con lealtades nacionales, sino con un negocio de alta rentabilidad. Otro tanto ocurrió en Colombia que igualmente respaldó a sus caucheros, negando que antes de Arana ya hubiera existido en el Putumayo un régimen de fuerte violencia contra los indígenas.
Las propiedades otorgadas por el gobierno colombiano a Cano y Coello venían aparejadas de la cesión del derecho de navegación de los ríos Putumayo y Caquetá y de la obligación de abrir vías de acceso hacia la región conformada por ambos ríos. Pero endeudados y amedrentados por Arana, Cano & Coello terminaron cediendo su concesión al cauchero peruano.
Por su parte Arana no tuvo reparos en asociarse con otros inversionistas y políticos colombianos como el diplomático Enrique Cortés, que en 1907 era Ministro Plenipotenciario de Colombia en Washington, quien no solo era su agente comercial en Londres, a través de The Cortes Commercial & Banking Co. Ltd., sino que fue socio fundador de la Peruvian Amazon Co., habiendo estado representado en su junta directiva por el director Medina. Podemos especular que de esta manera Arana confiaba en que podría buscar eventualmente la protección de Colombia en caso que el territorio del Putumayo se determinara colombiano en algún momento.
Cuando la Peruvian Amazon Co. vio que Gran Bretaña, donde estaba registrada la compañía, le daba la espalda –viéndose el gobierno presionado tanto por el parlamento como por la Sociedad Antiesclavista y la opinión pública – Arana volvió nuevamente sus ojos al Perú y recordó a las autoridades que su presencia era la única garantía para la soberanía peruana en el Putumayo.
Basado en un criterio geopolítico, e influido por Arana que además tenía cooptadas a las más altas autoridades regionales al actuar de agente bancario para pagar sus sueldos y movilizar al personal, el gobierno peruano cerró filas con el cauchero y negó cuanto pudo los hechos denunciados. Las autoridades llegaron a asumir y emplear el argumento de Arana de que la violencia en el Putumayo era causada por la barbarie y el canibalismo de los indígenas y que la tarea que llevaba a cabo era llevar la civilización a zonas remotas empleando la mayor delicadeza. Por eso también el gobierno permitió y alentó al cónsul peruano en Manaos, Carlos Rey de Castro, a actuar directamente como su principal publicista. Incluso en 1911, en el momento de la mayor presión, el gobierno peruano nombró a Arana su representante ante la Exposición Mundial de Caucho que se celebró en Londres, ese año, encargo al que finalmente se vio obligado a renunciar.
Esta posición del gobierno de Leguía (9) coincidía con los esfuerzos llevados a cabo por el gobierno peruano por crear un clima que atrajera la inversión británica hacia el Perú y cuando negociaba en Londres un empréstito por 450,000 libras esterlinas. Paradójicamente por la misma época las potencias europeas debatían la creación de una Corte Penal Internacional se proponía administrar justicia sobre un código internacional de derecho penal humanitario, un intento que fracasó en 1909. ¿Hubiera podido ser éste un caso para esa corte?
Solo ante la apremiante presión del gobierno británico se ordenó una investigación judicial -llena de obstáculos como denunció el Juez Valcárcel-, y más tarde se aceptó la participación del gobierno británico en la investigación de la que formó parte Roger Casement. Las presiones británicas no cesaron hasta la publicación del LIBRO AZUL en 1912, lo que se hizo de común acuerdo con el gobierno norteamericano, acto motivado explícitamente por falta de compromiso del gobierno para asegurar que los culpables fueran castigados de acuerdo a lo dictaminado por el Juez Paredes.
En Londres, el Encargado de Negocios en la Legación peruana, Eduardo Lembcke, recibió del gobierno de Leguía reiteradamente y hasta el último momento instrucciones de desmentir las denuncias aparecidas en la prensa británica. Pero a lo largo del tiempo se hizo tan evidente que en el Putumayo se había cometido las mayores atrocidades, que un año antes de que el LIBRO AZUL fuera publicado, Lembcke vio necesario insinuar al gobierno de Leguía que debía actuar porque la publicación del informe de Casement produciría un “terrible efecto en el mundo civilizado por los detalles que contiene sobre los horrores cometidos en esas apartadas regiones...” (Lembke a Lima, 7.7.1911). Es que además en 1850 Perú había firmado con Gran Bretaña un tratado que establecía la obligación de no permitir la esclavitud, por lo que Lembcke anotaba que se corría también el riesgo de que el gobierno británico lo catalogara como un país donde persistía la esclavitud, con sus consecuencias para el comercio y la reputación del país (Lembcke a Lima, 19.7. 1912, # 125 Putumayo).
Diversos estudios han analizado la documentación de Casement para tratar de entender la aparente irracionalidad económica de la empresa de Arana que implementó un régimen de terror y asesinatos masivos de indígenas cuando en realidad la extracción de las gomas dependía de esa mano de obra. Casement dio la clave al relievar el hecho de que la empresa de Arana ofrecía primas a sus funcionarios en función del volumen extraído, una política implementada para situarse como el principal productor en el Amazonas peruano y lograr su registro en Londres y que alentó la sobreexplotación de la mano de obra y la necesidad de reprimir cualquier resistencia. Otros observadores de la época hicieron notar que los peones esclavos poco le costaban y podían ser repuestos “acorralando las tribus a bala”. Se trataba de una lógica extractivista no solo sobre los recursos naturales sino sobre la propia población originaria de la zona.
Si bien el caso del Putumayo y de la empresa de Arana resulta particular porque controló por sí misma una gran extensión y a una significativa población indígena, la violencia, el trabajo forzado y los abusos contra los indígenas amazónicos fueron la moneda corriente durante el auge gomero. Si tal extremo se morigeró no fue porque el Estado peruano intervino sino porque la crisis internacional de precios y la primera Guerra Mundial aniquilaron la producción amazónica.
La publicación que hoy presentamos es un documento de primera mano sobre estos acontecimientos ocurridos en la primera década del siglo XX. Pero no es solo una fuente imprescindible para el conocimiento de la historia amazónica, sino que este año, en que se cumplen 100 años de su primera publicación, el LIBRO AZUL DEL PUTUMAYO se erige en Memoria de la inacción del estado, como lo ha señalado en Vice-Ministro (Se refiere al Vice-Ministro de Interculturalidad del Ministerio de Cultura del Perú presente en el acto), frente a las graves denuncias de violencia contra los pueblos originarios del Putumayo. La inacción fue incluso más allá porque el estado peruano negó los hechos por mucho tiempo alegando la necesidad de dar garantías al capital extranjero y atribuyendo las denuncias a motivaciones dañinas contra los intereses nacionales y señalando el derecho de la nación a prosperar a expensas de cualquier otro costo.
Termino señalando que se trata de una omisión con los pueblos del Putumayo que aún, tras 100 años no ha sido reparada, de palabra ni de obra.
NOTAS PERSONALES MARGINALES:
Mario Vargas Llosa escribió su última novela “El sueño del celta” inspirado en los diarios íntimos de Roger Casement y seguramente leyó también El Libro Azul, pero fue el personaje quien lo fascinó tremendamente porque evidentemente su vida y obra fueron excepcionales e increíbles , pero su obra no llega a hacer justicia en su textualidad a las sevicias y atrocidades que derivadas del Colonialismo conformaron una de las Matrices del Mal como producto histórico y no ontológico , que fue un objetivo muchas veces expresado por el Nobel Peruano pero jamás logrado en ninguna de sus obras ni siquiera a la manera de sus ¿ex adorados? Sartre y Camus.
Contrariamente, en casi solo cien páginas de “El corazón de las tinieblas” el escritor Polaco-Inglés Joseph Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski) nacido en Berdyczów, entonces Polonia, actual Ucrania, el 3 de Diciembre de 1857 y fallecido en Bishopsbourne, el 3 de Agosto de 1924 Inglaterra, desentrañó definitivamente con una maestría irrepetible el Colonialismo Belga y su maldad mezcla de interés, vanidad, poder, avaricia, enfermedad mental y otras distorsiones axiológicas no desconocidas a lo largo de la historia humana que se replicaron en el Perú y formatearon el Modelo Civilizatorio que actualmente rige al mundo.
MVLL trató de acercase a esa mirada del Mal que tanto lo desvela ¿o desveló? en “La casa verde” y “Conversación en La Catedral ”, pero ambas, siendo obras maestras, tratan realmente de arquitecturar al Perú y su imposibilidad de ser y del deterioro estéril que lo frena ¿o frenaba?, porque últimamente sus declaraciones victoriosas sobre el país desdicen la célebre frase de Zavalita al salir del diario “La Crónica ” y mirar la Avenida Tacna y preguntarse ¿cuándo se jodió el Perú? al inicio de “Conversación en La Catedral ”. Asume otros muchos temas por supuesto, pero no llegó jamás a desentrañar El Mal que como un perseguidor cortaziano ha tratado de abordar sin éxito.
Excepto tal vez en el personaje del “chino” Fushia, de “La casa verde”, de poderoso halo trágico. Sin embargo, el tratamiento que dio a la Amazonía peruana en sus novelas fue generalmente superficial y absolutamente Externa, con muchas secuencias francamente irrisorias.
Conocí en Río Santiago a toda una comunidad de descendientes de japoneses apellidados Tushia, y los he visto en distintas zonas de la Amazonía y todas tienen el común denominador de ser historias de vida emprendedoras que huyendo de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial se metieron en la floresta amazónica a rehacer sus vidas.
Fushia sin embargo es un personaje inmejorablemente maldito, endemoniado e irrepetible, aunque la visión que ofrece MVLL de los Huambisas (Wampis) es caricaturesca y de los Awajun ni se diga: es nula. No los conoce. Si “La Selvática ” fue Awajun se hubiera envenenado antes de correr su peripecia piurana. Y si Jum de Urakusa también fue Awajun, desdijo totalmente la soberbia, orgullo y rebeldía de su etnia.
Discípulo confeso de William Faulkner, de quien reinventó cuaderno y lápiz en mano sus tecnologías literarias y se auto sedujo por El Mal del Sur Profundo de Yoknapatawpha en las entrañas y periferias del Mississippi, y a quien el “boom” latinoamericano le debe mucho, no lo condujo a intuir El Mal, porque tal vez debió vivir más, visitar menos y toparse cara a cara no con sus recuerdos y bibliografías sino con los intersticios de las vidas con las cuales hay que convivir. No estoy haciendo crítica literaria sino expresando con todo derecho mis impresiones que tal vez profundice en otra oportunidad.
Pienso que MVLL es esclavo de su tecnología escritural y tiene merecido su Nobel ya que se trata de literatura, pero como ha sucedido con muchos otros escritores se repite y reitera como tratando de hallar la otra obra maestra que ya no llegará jamás. “El sueño del celta” en verdad es una obra menor.
Lituma, otro personaje entrañable de “La casa verde”, guardia civil, piurano y cholo, tampoco tuvo su hora porque “Lituma en los andes” es otra simplificación reduccionista del senderismo y ciertos estereotipos pseudo antropológicos de modo. El senderismo es un fenómeno maldito al que todavía nadie ha calado a fondo. También es caricaturesca y hasta esnob “El hablador”. Ignora que en las cabeceras altas de los ríos Matsigenkas sobreviven no menos de diez clases de habladores con funciones sociales diferentes.
Mientras tanto, “Pantaleón y las visitadoras” es un juguete semi cómico y pudo ser una indagación de la doble moral y corrupción del Poder Militar en el Perú sin dejar la ironía o asimilarla como método narrativo innovador.
Pero esa misma imposibilidad de que el Perú sea nación en toda su compleja diversidad( y mestizaje), entre otras razones por las taras post-coloniales que sobreviven en las instituciones subjetivas que nos gobiernan como colectivo de colectivos, ya lo había diseñado José María Arguedas con otras tecnologías literarias, tal vez más modestas, pero mucho más sinceras, y sobretodo desde adentro, desde el Interior de los Andes, desde el lirismo íntimo y sufriente del quechua profundo agredido.
En las novelas de Arguedas no hubo cabida ni para la utopía ni el arcaismo porque era el otro Perú, aquel que no se veía desde Miraflores ni Lima pre- 40s, aproximadamente, y por el contrario, fue un profeta social porque Lima es ahora la ciudad pre-síntesis con mayor número de quechua hablantes y conviven en ella migrantes de todo el país, y así como no existe familia peruana que no tenga a uno de sus integrantes en el exterior, se repite una movilidad social que data desde los primeros horizontes culturales peruanos.
Por ello resulta totalmente injusta y arbitraria su “La utopía arcaica….”, que todavía no ha merecido una respuesta antitética párrafo a párrafo como solían hacerlo los polemistas del Siglo XIX y cito a Manuel Gonzáles Prada y Francisco de Paula Gonzáles Vigil, por ejemplo.
Pero es cierto que la vida de MVLL es un ejercicio de rigor y tecnología y mediática y su noción de machacona modernidad no deja de ser “miraflorina” desarrollada y globalizada y con una sospechosa impronta de impoluta aversión a todo lo que sea opuesto a su visión de “modernidad”, “alta cultura” y “libertad”.
Se ha convertido en un fundamentalista utópico. Lo siento como una “liberal” trasmutación de la “civilización y barbarie” sarmientista en espacios globales donde la “modernidad” está discutiéndose su exacto significado, su “alta cultura” constituye una elitización de cierta producción artística ligada al gusto, muy alejada de la cultura en su acepción antropológica que en el Perú es de evidente diversidad que crea, siente y se comporta de acuerdo sus lógicas intrínsecas, y de la “libertad”, que en verdad es un proceso en construcción filogenética en curso, muchos de cuyos componentes son históricos, económicos, sociales pero también cerebrales y su meandros aún desconocidos.
La vida de Arguedas en sí misma fue trágica en múltiples sentidos. Tuvimos un necesario agonista y bipolar cultural que no soportó que los diferentes perús no se entendieran. Y aquella obra maestra inconclusa: “El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo”, hizo de Chimbote una inmensa metáfora fundacional de un país hacia la difícil síntesis, que continua buscándose y armandose solo, por sí mismo, con sus luces y sombras y al margen del Estado y de las Ideologías.
No tuvo tiempo de hallar al Zorro Azul (lo afro) y enriquecer sus Diarios y sus vericuetos infernales de la harina de pescado y sus barrios chimbotanos enloquecidos y el dialogo ya no de dos zorros sino de tres ¿Eso fue una utopía arcaica? ¿Eso fue indigenismo? El parricidio filial que necesitaba MVLL lo exorcizó literariamente, pero lo ejecutó con conciencia profesional e impunemente en José María Arguedas, quien sí supo lo que era El Mal en el Perú.
WILLY GUEVARA
PRÓXIMA ENTREGA DE LISTAS TEMATICAS:
“La chilenización de Tacna o la extirpación imposible”
[3] ALBERTO CHIRIF- Antropólogo peruano de larga trayectoria en defensa de los derechos y territorios de los pueblos amazónicos del Perú.
5 RÍO PUTUMAYO-El río Putumayo, del quechua Putu: vasija de fruto de árboles y Mayu: río: que nace donde crecen las plantas cuyos frutos son usados como vasijas. En Brasil río Icá. Nace en el Nudo de los Patos en el municipio de San Francisco en los Andes colombianos y desemboca en el río Amazonas. Tiene 1,800 Km . y transcurre por los países de Colombia, Ecuador, Perú, Brasil.
6 ROGER DAVID CASEMENT, en irlandés Ruairí Mac Easmainn, nació en Sandycove, cerca de Dublín, Irlanda, el 1 de Setiembre de 1864 y murió en Londres el 3 de Agosto de 1916. Sir Roger Casement fue un diplomático británico que militó activamente en la causa del nacionalismo irlandés. Es famoso por su actividad contra los abusos del sistema colonial en el Congo y en el Perú, así como por sus negociaciones con Alemania inmediatamente antes del Levantamiento de Pascua en Irlanda. Descubierto y detenido por las autoridades británicas en 1916, fue acusado de traición y condenado a la pena capital
7 JULIO CÉSAR ARANA DEL ÁGUILA, fue un empresario y político peruano, cauchero, que nació en Rioja ( San Martín) en 1864 y murió en su retiro del distrito de Magdalena del Mar, en Lima en 1952. Hijo de un sombrerero y sin educación universitaria .Arana se inició en el comercio y la explotación del caucho en Yurimaguas a partir de 1890. En 1899 se trasladó a Iquitos donde fundó su imperio de infamia.
8 Durante los sucesos del Putumayo los jueces CARLOS VALCÁRCEL y RÓMULO PAREDES cumplieron un papel fundamental en la condena de los caucheros. El primero publicó el libro EL PROCESO DEL PUTUMAYO, en 1915, en el que dio a conocer los pormenores que tuvo que atravesar para enjuiciar a personajes notables de las elites sociopolíticas. Por su parte, RÓMULO PAREDES redactó un informe junto a una biografía que permite conocer los detalles personales que llevaron al magistrado hasta el asunto Putumayo. Desde 1913 en adelante sus informes habían sido publicados varias veces tanto en inglés como en castellano, aunque en selecciones y traducciones parciales. CORNEJO y CHIRIF publican en su libro los informes de Paredes en su totalidad.
9 AUGUSTO BERNARDINO LEGUÍA SALCEDO nació en Lambayeque el 19 de Febrero de 1863 y murió en Lima el 6 de Febrero de 1932. Ejerció la Presidencia del Perú durante cuatro períodos: 1908 - 1912; 1919 - 1925 (con un gobierno transitorio previo); 1925 - 1929; y 1929 - 1930. A los tres últimos períodos, que suman once años consecutivos, se les conoce globalmente como el Oncenio. En total gobernó 15 años, siendo el mandatario peruano que más tiempo ha gobernado. Durante este largo mandato, Lima fue modernizada mediante la ejecución de obras públicas, financiadas mediante empréstitos y cuyo fin inmediato fue festejar apoteósicamente el Centenario de la Independencia Nacional en 1921. Creó el Banco de Reserva y el Banco Central Hipotecario, así como los Estancos de Alcohol, Naipes y Fósforos. Legalizó las comunidades indígenas. Creó la Guardia Civil del Perú. Fomento la construcción de carreteras y obras de irrigación. Firmó el Tratado de Límites con Colombia y el Tratado de Límites con Chile, 1929, tratados muy controversiales que han motivado que se califique a Leguía de “entreguista”. Fue derrocado por el Coronel EP Sánchez Cerro el 25 de Agosto de 1930, siendo luego apresado e internado en el Panóptico de Lima. Allí enfermó gravemente y tuvo que ser trasladado al Hospital Naval del Callao, donde falleció en 1932.
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