AUTOR: WILLY GUEVARA.
En el Perú las convergencias y divergencias las he centrado en las mujeres Awajun (Amazonas) y en las mujeres afrodescendientes (Costa peruana) a través de los cantos.
Las amazónicas de las más de 40 etnias que actualmente sobreviven en la Amazonía Peruana cantan, pero son las Awajun quienes han hecho de los suyos una herramienta de salud emocional similar a los cantos de salud generados por las afrodescendientes en un pasado no muy lejano.
Planteo que las canciones son herramientas afectivas manejadas por las mujeres Awajun y afrodescendientes para resolver conflictos subjetivos internos y también aquellos derivados de las relaciones entre lo interno y lo externo a sus colectivos.
Estas segundas relaciones estuvieron condicionadas por el proceso psico-histórico que oprimió a poblaciones de continentes no europeos a cargo de diversos poderes e intereses religiosos, políticos y económicos de matriz mental colonial.
La decisión de intervenir con evidente etnocidio en los recursos y en las personas de parte de algunos países de Europa fue deliberada, consciente, oficial y en nombre y fe en Dios.
Las mujeres amazónicas y afrodescendientes están generalmente distanciadas geográficamente como sucede en Perú, Ecuador y Bolivia(*), pero sobre ellas ha convergido una misma historia de afrentas que las impulsó a crear respuestas similares.
Los cantos o canciones que expongo son expresiones que traspasan lo artístico y se convirtieron en recursos emocionales del ser asimetrizado para reorganizar las relaciones humanas o para intervenir en el curso de las enfermedades, entendidas éstas como noxas sociales.
La historia de los pueblos oprimidos de América aparece masculinizada. Lo femenino se expresa esporádicamente o francamente desde una posición subalterna e inducida al No Ser.
Si el “ninguneo social”(2) aconteció demostradamente con las mujeres urbanas, se hizo más obvio con las amazónicas y afrodescendientes, sobre cuya distancia ciudadana del país jurídico y existencial se ha escrito y hablado mucho pero no se han formulado ni remotamente comportamientos ni políticas efectivas que remedien los oprobios.
A pesar de que vivir en los intersticios sociales y al límite constituye la convergencia más evidente entre amazónicas y afrodescendientes nos resultará importante develar las características de dicha condición.
La historia de ellas hasta ahora es paralela. Pero sería indispensable que empezaran a converger en múltiples aspectos. Más allá de las eventuales acciones desarrollistas o empoderativas que con dificultad lograr programar algunas ONGs o instituciones como INDEPA.
Sería deseable intercambiar visiones compartidas mediante una organización realmente intercultural protocolizada, programática y vivencial. Una relación que trascienda lo formal y pueda acceder a niveles de comprensión, organización y conocimiento mutuo. Una interculturalidad cotidiana que engrose sus trayectorias y planes y alimente militantemente sus respectivas identidades.
Las afrodescendientes se constituyeron en el eje de las líneas de resistencia y supervivencia, cuando los varones, castrados social y simbólicamente en sus derechos de paternidad, sexualidad y ciudadanía, crearon los mecanismos que evitaron la desaparición física y cultural de sus integrantes.
Las amazónicas soportaron las epidemias letales provenientes de la pseudo evangelización- que tuvo en verdad más de demonización- y los continuos ciclos extractivistas cernidos sobre la Amazonía.
En la actualidad no cesa el asedio. Las empresas están ingresando una vez más para acosar y apoderarse de modos no necesariamente horizontales y simétricos de su biodiversidad.
Las afros desarrollaron poderes para curar las enfermedades producidas por el trabajo forzado que la esclavización infringió al organismo (cuerpo) de distintos males orgánicos y subjetivos y crearon diferentes habilidades para protegerlo y garantizar la continuidad de las generaciones.
Las canciones significan una de las convergencias más importantes entre ambas, por encima de las divergencias geográficas, políticas y culturales.
Los estudios comparados e integradores entre ambos colectivos no existen y por lo tanto la bibliografía que cabría esperar no es posible hallarla en ningún sentido.
Es posible encontrar referencias bibliográficas escasas (confiables o dudosas) de las convergencias y divergencias establecidas entre afros y andinas, pero no necesariamente con amazónicas.
Me interesa reconstruir las historias y las experiencias ocultadas y postergadas y descubrir posibilidades instrumentales de capitalización social; creación de ciudadanía y proponer elementos de organización transparente y creadora en los marcos de la actual “modernidad” con todas sus exigencias y limitaciones.
La lógica Pasado-Presente-Futuro como estructura basadriana que vertebra el tiempo de las conciencias debe hegemonizar en todo momento los trabajos que se emprendan en todo sentido por cuanto evita debilitar la principal organización psico-neurológica-cultural de las personas: la Identidad. Sistema dinámico centrador de la salud del cuerpo y de la mente y base de la creación social en todos sus aspectos.
Deseo que los cantos mágicos Anen de las mujeres Awajun continúen vigentes y se trasmitan a las futuras generaciones de niñas de un modo sistemático.
También anhelo que los cantos de salud de las mujeres afrodescendientes se rescaten y evidencien sus poderes curativos en la modernidad racista y excluyente.
Mi perspectiva sobre las mujeres no aparta la presencia de los varones. Formulo que deben redefinirse las relaciones patrísticas y patrísticas y hacer perder poder a las segundas, expresadas, por ejemplo, en el feminicidio y sus contextos. Es necesario apoyar con mayor nitidez el aporte femenino con toda su pasión y sensibilidad al binomio constructor.
Las historias oficiales ocultan las odiseas de los excluidos. La mentira, la manipulación y la mixtificación son herramientas reinventadoras en manos de los poderes de turno, y suelen dominar las versiones que circulan oficial y convenientemente sacralizadas. Es importante rescatar las historias trasgresoras y ocultadas deliberadamente.
Jorge Basadre dijo alguna vez que la historia era un río que mostraba sus aguas de superficiales contenidas en documentos y algunas oralidades, pero que debajo de ellas yacían mundos impuros que los intereses hicieron lo imposible para que parezcan lo que no fueron.(3)
Mi pregunta de base fue la siguiente:
¿Qué hicieron para sobrevivir las mujeres afrodescendientes y amazónicas mientras sus colectivos padecían el peso atroz de la esclavización y las epidemias, respectivamente, y cómo respondieron a dichos contextos y cómo es posible el establecimiento de semejanzas o convergencias a través de las distancias geográficas, culturales e históricas?
En ambos casos, entre otros recursos y herramientas, los cantos constituyeron los principales puntos de convergencia. Los utilizaron para manejar endógenamente una serie de conflictos con lo externo. Cabe destacar que los manejos se hicieron desde las lógicas (mentalidades) mágicas pre-cristianas, no demonizadas. Considerándose a la magia como un sistema de pensamiento o pre-ciencia.(4)
Pero sobretodo, sería relevante investigar los sistemas de pensamiento (mentalidades actuales) post-coloniales o colonizadas aún, sin deudas académicas y metodológicas con modelos exógenos no críticos.
Los Awajun (llamados también Aguarunas) viven en el Perú desde tiempos inmemoriales en la parte norte de la Región Amazonas , frontera con el Ecuador, Provincias de Bagua y Condorcanqui, Distritos de Aramango, Imaza, Nieva y Santiago.
También se encuentran en San Ignacio (Cajamarca), Alto Amazonas (Loreto) y Moyobamba (San Martín). El núcleo ancestral mayoritario se ubica en las cuencas de los ríos Marañón, Cenepa, Nieva, Chiriaco, Comaina y Nutpatkaim.
Pertenecen a la Familia Lingüística Jíbaro y están emparentados con los Huambisas (Wampis), Achual, Shuar, Candoshi, Murato, Shapra y otras naciones post-jíbaras desaparecidas.
En su pasado clásico construyeron una sociedad guerrera sofisticada, diferenciada y singular.
Hasta 1945, no fueron vencidos por nadie ni nada, y la sociedad nacional les era totalmente ajena, y las fronteras nacionales entre Perú y Ecuador no tenían ninguna importancia en sus vidas. Vivían bajo el formato de familias ampliadas al mando de un guerrero o Mum.
A diferencia de otras naciones amazónicas que han estabilizado sus poblaciones o están en proceso de extinción o de integración, los Awajun han crecido hasta aproximadamente alcanzar los 70 mil habitantes.
Tienen una tasa de natalidad bastante alta (7.9), mientras la media sudamericana es de 2.4. Este dato tiene que ver con la situación en que se halla la mujer en relación con los varones. En eras primordiales la luna Nantu encargó a la niña Nugkui que invente la agricultura y organice la alimentación y defienda el bosque y la vida.
Esta base mítica indica la existencia de un matriarcado alimentario original que posteriormente fue destruido cuando los varones se convirtieron en guerreros gerenciadores de la muerte.(5). Los últimos descubrimientos arqueológicos confirman la presencia gravitante femenina en las gestiones de las sociedades de la costa norte peruana y zonas adyacentes.
Los guerreros instauraron la poligamia como una forma de someter lo femenino. Desde entonces la mujer intentó reconquistar la hegemonía destruida a través de una serie de recursos, incluyendo el intento del suicidio. (6)Otra de las herramientas fueron los cantos mágicos Anen que usaban también para cantarle a las plantas como abono mágico para que crezcan y produzcan buenos alimentos.
Es importante subrayar de paso y brevemente en el presente texto el sentido que tiene el intento de suicidio en las mujeres Awajun.
Ellas eran las portadoras de la vida mientras los guerreros lo eran de la muerte, y al escenificar en su propio cuerpo un acto de violencia límite, lo hacían para demostrar que también eran capaces de dominarla, usando el principio mágico de usar lo semejante para producir lo semejante. (Una forma de homeopatía simbólica para reestructurar el poder entre ambos géneros).
Al introducir la muerte dentro de su cuerpo las mujeres adquirían más poder que el hombre, que al observar la acción- ya que ellas efectúan el acto suicidal deliberadamente frente a los hombres- éstos se sentían vencidos y vulnerados en sus tratos antológicos con la muerte.
Para vencer la poligamia las mujeres recurrieron a los cantos mágicos para introducirse en los corazones de los guerreros y enseñarles la dignidad del amor.
Ellas no tuvieron posibilidades de conseguir Visiones de Poder y de Futuro como los varones que lo hacían a través de una rigurosa y competitiva carrera chamánica.
Los Anen les permitieron esa posibilidad y al luchar por la monogamia trasmitieron a los varones mensajes de fidelidad, dignidad y cariño.
Los guerreros no podían enamorarse, porque ese estado afectivo los debilitaba, y era inconcebible que los hubiera enfermos y enamorados, ya que amar (y enfermarse) era lo anti-masculino y lo anti-guerrero.
Las mujeres se retiraban al monte y hacían ayuno y luego ingerían tabaco y en ese estado liminal visualizaban el corazón del hombre que querían cambiar.
Imaginado el corazón del varón, las mujeres se concentraban y le susurraban versos de amor y dignidad, en un discurso reiterado, reflexivo, no descriptivo, absolutamente lírico, con una racionalidad demostrativa, dentro de una lógica evidente de transformación.
El Anen establecía un circuito de energía mental afín, de naturaleza psíquica, que hacía posible una comunicación inter subjetiva o fenomenológica.
La canción establecía cadenas de comunicación y convertía en soportes mediáticos a las aves, al ruido de los follajes, los silencios de la floresta, los vientos, las aguas, toda la ecología y la naturaleza: todos órdenes femeninos.
Los cantos mágicos tuvieron y tienen otras finalidades: abono de las plantas; preparar un buen masato de yuca; administrar los recursos del bosque; mantener la salud de sus hijos; curar una serie de síndromes y entrenar a los perros de caza.
Los Anen continúan vigentes y se utilizan para los fines anotados y asimismo para resolver diversos conflictos entre hombres y mujeres. Principalmente para prevenir los intentos de suicidio.
Las mujeres Awajun están empeñadas en desarrollar esta herencia étnica y trasmitirlas a las niñas de las nuevas generaciones.
Afroperuanos es el término que designa a la cultura de los descendientes de las diversas etnias africanas que llegaron al Perú durante la colonia.
La población afroperuana se halla ubicada principalmente a lo largo de la costa, siendo sus principales centros Chincha (El Carmen), la Capital Lima- Callao y Yapatera en Piura.
Yapatera tiene cerca de 7 mil agricultores cuya mayoría es descendiente de antiguos esclavos africanos de origen “malgache” o “mangache”, llegados de Madagascar. (7)
Actualmente los descendientes africanos conforman una cifra significativa no censada de una población total peruana de aproximadamente 30 millones de habitantes. En tiempos de la Colonia alcanzaron el 50% de la población limeña.
Desde el punto de vista de la salud el racismo y la exclusión son causas de algunas enfermedades propiamente afrodescendientes al alterar su afectividad e identidad.
Los sanadores afroperuanos actúan sobre las emociones, los afectos y las creencias y cuando logran vencer al daño y recuperar la salud, reinsertan momentáneamente al paciente dentro de las relaciones sociales.
La medicina tradicional afroperuana tradujo el idioma del cuerpo a los códigos de los símbolos, siguiendo la historia natural del cuerpo negro inmerso en la historia antinatural de la esclavitud.
Curar la enfermedad afro es fortalecerlo para enfrentar las relaciones humanas y sociales signadas por el racismo.
La noción de cuerpo es sumamente importante en la concepción de la medicina afro. En él se depositan por lo menos dos significados: el cuerpo como instrumento de trabajo y como organismo que soportó y resistió todos los sometimientos.
La somatización del racismo generó una forma especial de hacer enfermedad, construyendo un complejo de emociones encontradas y desbordadas, que vienen tanto de la memoria (Pasado) de la esclavitud, como de la actual (presente) exclusión y la incertidumbre de una proyección distinta a la seguida hasta el momento (Futuro).
Este concepto se ubica en la base de la concepción afrodescendiente sobre salud y enfermedad.
El susto y el mal de ojo son las más significativas expresiones simbólicas (metáforas mórbidas) de la enfermedad afrodescendiente.
Susto: Emotización excesiva al ser objeto de racismo y exclusión.
Mal de Ojo: Ser mirados por los Otros de una manera que confirma su condición de diferentes y sujetos a racismo.
Susto: Sentirse socialmente inadecuado. Racistizado.
Mal de ojo: Sentir que son vistos de un modo racista. Malo. Oneroso.
Las explicaciones populares al susto y al mal de ojo son metaforizaciones y sucesivas y múltiples búsquedas de interpretaciones y adecuaciones del mal social al bien social.
Existen culturas que “aparentemente” necesitan creer y sentir el susto y el mal de ojo para replantear las relaciones humanas asimétricas. Pero no se trata de hipocondría sino de mecanismos de desomatización.
No se tratan de simples alteraciones del ánimo. Asistimos a una sistemática vocación por “asustarse” (padecer el racismo) y a una reiterada necesidad de “desasustarse”. (Curarse de la agresión racista).
Puede afirmarse que hay una predisposición cultural al mal de ojo y al susto, que en el caso de los afrodescendientes se desprende de su posición en la escala axiológica dirigida hacia ellos.
El susto afro y el mal de ojos afro se derivan directamente de las relaciones racistas. De esta premisa no hay duda alguna y puede desarrollarse específicamente y con mayor amplitud.
Ambos síndromes definitivamente tienen su origen en la esclavitud y en el racismo, entendidas como enfermedades sociales y psico- históricas.
Los cantos de salud y los rezos fueron las herramientas principales para prevenir y curar ambas somatizaciones.
Ambos síndromes pueden verse también como imaginaciones colectivas para resolver mediante la enfermedad temas de dignidad y reconocimiento.
Las mujeres afroperuanas desarrollaron habilidades especiales para curar los males propios de su colectivo a través de los cantos.
La creación de música como noble respuesta al oprobio es una habilidad afro americana específica: el Jazz, los Blues, Reggae, Spiritual o Gospel y toda una vasta gama de músicas de origen africano que pueblan las Américas demuestran el aserto.
En el culto al Señor de los Milagros en Lima, debe investigarse si hubo yorubismo en el Perú, especialmente en las Cofradías, pasadas luego por el rasero de la Extirpación de Idolatrías.
Los afros del Perú, como sucediera con otros que se asentaron en Brasil, Haití y Cuba, no hicieron sincretismos significativos con la ecuación yorubismo / catolicismo, porque fueron inducidos muy temprano a asumir la religiosidad católica e incorporarla en su sistema de creencias.
El Señor de los Milagros es de origen afro, y reutiliza el antiguo culto indígena a Pachacamac, el dios / huaca/ santuario/ pan – andino que recepcionó el culto de todas las diferentes identidades pan- andinas en diversos tiempos y espacios.
Las mujeres afroperuanas se encargaron de mantener la estabilidad de la identidad, y para tratar el susto y el mal de ojos, entre otros síndromes étnicos (o etnosómicos), inventaron los cantos de salud con ese propósito.
Los cantos exigieron especializarse y mostrar evidencias de calidad. Esta realidad hizo que algunas mujeres desarrollaran talentos especiales que hicieran la diferencia y adquirieran prestigio, utilidad y reconocimiento.
La persona asustada o malojeada llegaba a un recinto no necesariamente acondicionado de un modo singular. Podía ser cualquier espacio.
Pero había otros espacios con escenografías donde primaban los colores e imágenes sagradas. Se han registrado en los años ´20 imágenes de vírgenes extrañas ¿Yemayá en su lado-poder femenino?
Pero la capacidad de la cantora estaba dada en el manejo de su voz, as entonaciones, la improvisación de los versos y personalizando absolutamente su operación médico/ musical.
Es importante anotar que las canciones eran inventadas a partir de las “historias clínicas” o “historias de vida” que les narraban los pacientes o los padres o madres de los pacientes infantes. Una manera de diagnóstico psico-social.
No usaban ningún instrumento musical. Solo el poder la voz y las palabras. Incluso algunas “inventaban idiomas extraños” que tuvieran mayor capacidad de emotización. ¿O tal vez eran idiomas africanos?
Era una actividad que necesitaba aprenderse y las maestras entrenaban a las alumnas en técnicas que excedían los requerimientos musicales, ingresando al campo de la psicología y la cultura.
Se trataba de conocer la lógica de los síndromes y los contextos que los producían. En esa perspectiva las cantoras eran artistas, etnomédicas y trasmisoras culturales.
Pero se necesitaba de la aceptación de la alumna para ingresar al entrenamiento, que podía ser la hija, sobrina o una familiar, aun cuando no era infrecuente que la alumna no perteneciera a la familia.
En los cantos había de magia, de pedagogía y de medicina y las cantoras que lograron una alta calidad terapéutica fueron líderes a cuyos servicios recurrían pacientes de diferentes lugares.
Hubo cantoras y las hay todavía en algunos valles costeños peruanos, incluyendo Lima. (Hay noticias verificadas de cantoras vigentes hasta los años 6Os en los Barrios Altos en Lima).
Previo al canto, la mujer recibía del paciente o de la persona encargada del niño o niña, una caracterización que le permitiera ubicar la etiología del susto o del mal de ojo, de suerte que la canción se improvisara en función específica de la personalidad dañada.
El nombre y la historia del paciente formaban el núcleo desde donde la cantora construía la canción sanadora.
Las palabras y la música eran dichas mirando a los ojos y tocando las partes del cuerpo afectadas.
Dependiendo de la gravedad del síndrome las sesiones curativas podían repetirse hasta cuando la enfermedad cedía.
Las cantoras de mayor experiencia y larga trayectoria podían establecer perfiles y organizar sus canciones en función de ellos.
Las manos de la cantora al ubicarse sobre el cuerpo del paciente era una forma de la técnica terapéutica que modernamente se llama imposición de manos y que practicó también San Martín de Porras.
Actualmente los cambios sociales, las migraciones y la mestización han ido afectando la continuidad de esta práctica étnica parecida a las realizadas a las Awajun y a las africanas actuales de Sudáfrica.
Actualmente, otras convergencias son prácticamente inexistentes y las aproximaciones formales desde las políticas públicas están en demorada construcción.
En Resumen: las convergencias entre las mujeres Awajun actuales y las Afroperuanas de hace algunas décadas son evidentes. Pero sus divergencias no provienen de sus voluntades: están determinadas en un país insuficiente, invertebrado y de crecimiento asimétrico que acentúa la diversidad como problema y no como posibilidad.
(1) Resumen de una ponencia en Austin, Texas( Febrero 2009) sobre el tema de la “exclusión crítica” que asume una serie de investigaciones a mujeres amazónicas, afrodescendientes y discapacitadas y sub-capítulos sobre prostitutas , servidoras domésticas y otros colectivos agredidos cotidiana y estructuralmente
(2) Según Octavio Paz ningunear es hacer que el Otro carezca de valor humano. Es convertirlo en un No Ser para usarlo.
(6) En el libro “Las Hijas de Nantu” desarrollo la crónica del complejo fenómeno del intento de suicidio de las mujeres Awajun.
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